sábado, 15 de diciembre de 2012

Aquellos años del "Mariscal" Honorato Gonzabay


Con un gran cotejo entre Deportivo Guayas y Unión Deportiva Valdez, los veteranos cracks de Guayaquil y Milagro celebraron los sesenta años de una de las figuras más señeras del fútbol nacional: Honorato Gonzabay. Manolo Ordeñana, Jorge Lazo, Humberto Barreno, Carlos Pineda, Hugo Romo, Jorge Sucio Almeida y una gran revelación por su clase intacta y su velocidad: Isidro Matute, estuvieron en la cancha del Aguirre Abad para homenajear al gran "Mariscal" de los tiempos idos. Por supuesto que Honorato se vistió de corto y mostró por qué fue un crack en toda la dimensión de la palabra. Después llegó otra figura que formó al lado de Honorato en las selecciones nacionales, Raúl Arguello. El recordó pasajes de la carrera deportiva del jugador milagreño que llega a las seis décadas en plenitud de sus facultades, alegre y sin miedo al futuro que él construyó para su familia con seriedad y dedicación. El Mariscal Gonzabay hoy vive como un "marqués" y es un soberbio anfitrión. Lo demostró en la recepción que brindó a sus compañeros de deporte en su espléndida residencia de la Ciudadela de la FAE.

 

Guarumo le decían allá en Milagro por lo flaco y espigado. No fue back central en sus inicios sino centro forward en el Contratuerca, equipito milagreño en el que empezó su brillante carrera formando un trío endiablado con Radoy Jervis y Leonardo Mondragón. Fue campeón con ese equipo cuando Eduardo Castro Acuña que dirigía el Milagro Sporting, lo vio y se lo llevó para su club. Con él llegaron Julio Caisaguano, Segundín Viteri, Mondragón y el gordo Camilo Andrade que disputaba el puesto de arquero con Angelito Fernández que estuvo en los planes de Barcelona hasta que se descubrió que sólo veía bien de día. De noche pasaba a su lado un tractor sin que se diera cuenta. El equipo de Eduardo Castro se cansó de quedar campeón y de allí salieron los grandes jugadores que después integraron Unión Deportiva Valdez. Un día en que debían jugar contra la selección de San Carlos, Juan Andrade y Gastón Canilla Navarro lo obligaron a jugar de back central ante la ausencia de Manuelito Andrade, el titular de Milagro Sporting. Allí se mandó Honorato un gran partido. Antes del final, ante un centro de la delantera contraria, en vez de rechazar apurado, se sentó en el área chica y le pasó de cabeza el balón a su arquero Valencia en una jugada que asombró al público de San Carlos. "Tres rash por Guarumo" gritaba la barra mientras paseaba en hombros a Honorato. Allí se ganó el puesto. Guido Andrade, que oficiaba de técnico, mandó a su hermano Manuel de marcador de punta y dejó el centro de la zaga para Gonzabay que empezó entonces a escribir la gran historia de su paso por el fútbol donde dejó lecciones de elegancia, prestancia, calidad, nobleza y dignidad.

 

El ingeniero Edmundo Valdez Murillo llamó a la gallada de Milagro Sporting para edificar Unión Deportiva Valdez. Llegaron con Honorato, que las hacía de capitán, su inseparable interior ubicado ahora de marcador: Leonardo Mondragón, Gastón Navarro, el Huaso Pérez, Aurelio Medina, José Almeida, Galo Coba, Olmedo Acosta. Diógenes Tenorio. Carlos Serrado, Eugenio Mendoza, Julio Caisaguano, Carlos Titán Altamirano y otros que ganaron la categoría en 1951 para ascender a la serie de honor del profesionalismo guayaquileño. Se reforzó Valdez en 1952 con los argentinos Abel Tornay, Oswaldo Citadella, Juan Deleva, Jorge Caruso y el inolvidable interior peruano Jorge Otoya, pero su gestión fue sólo regular al fallar sus arqueros. En 1953 llevó a sus filas al mejor arquero nacional de todos los tiempos, Alfredo Bonnard y se formó la retaguardia valdezpina que fue por varias temporadas la menos batida: Bonnard; Navarro o Serrado, Gonzabay y Mondragón.

 

En cada partido se iba afirmando la enorme clase de un jugador fuera de serie como Honorato. Jamás una jugada sucia, desleal que manchara el fútbol. Siempre sobrio, sereno, elegante, dándole un toque de finura y exquisitez al trato de la pelota. Era de por sí un espectáculo. Su consagración vino la noche en que Valdez empató 2 a 2 con Botafogo de Brasil en el Capwell el 11 de agosto de 1954. El público pifió a los milagreños cuando salieron al campo porque los consideraba inferiores para un equipo que venía invicto y goleando durante 12 partidos en Colombia. Nadie estaba convencido que fuera un rival de fuste pese a que era campeón de 1953 y estaba de líder en el torneo de 1954. En una acción del partido el legendario Nilton Santos se elevó en el aire y con un plástico movimiento paró el balón y en el aire mismo lo entregó a un compañero. Los fanáticos se pusieron de pie para aplaudir una de las más bellas jugadas que se recuerden. Exactamente cinco minutos después vino un centro hacia el área de Valdez. Gonzabay fue mucho más arriba que Nilton Santos, la paró y con un artístico paso de ballet  entregó el esférico a Segundo Viteri. Fue una explosión en la popular porque un criollo había demostrado que podía jugar tan bien como el mejor de los brasileños. Valdez empató 2 a 2 en un encuentro memorable en el que Gonzabay y Otoya fueron las mejores figuras del césped.

 

El 22 de julio de 1956 se midieron Valdez y Patria en un gran encuentro. Los milagreños ganaron por 1 a 0 con gol de Otoya pero lo sobresaliente del cotejo fue la actuación de Gonzabay, bien complementado por Hugo Pardo y Carlos Serrado. La delantera de Patria era un huracán que empujaban desde el mediocampo Fausto Montalván y Jaime Galarza. Toda la gama de recursos de Gonzabay afloró esa noche ante el acoso de un extraordinario quinteto formado por Mario Saeteros, Pancho Rengifo, Vicente Pulpito Delgado, Colón Merizalde y Gereneldo Triviño. El día 24 Ralph del Campo, en su "Carrusel Deportivo", bautizó a Honorato con el apodo que sustituyó al plebeyo de Guarumo: El Mariscal. Tuvo grandes actuaciones en las selecciones nacionales de 1955, 1957 y 1959. En 1960 se fue de luna de miel a Lima y allí lo descubrió el periodista Pocho Rospigliosi que lo había admirado en Lima. Universitario de Deportes y Atlético Chalaco lo tentaron. Se decidió por el último en que jugaban los peruanos Carlos Loza y Carlos Gordon que habían sido sus compañeros en Valdez. Un conflicto fronterizo, de los tantos, cortó su carrera en Lima. Vino a la LDU de Guayaquil y pasó luego a 9 de Octubre, club con el que firmó por dos años y le dieron en pago de la prima dos juegos de llantas para su camión bananero. De allí en más, el presidente octubrino, Gustavo Mateus, le pagaba en llantas su sueldo. Fue con los agremiados a Estados Unidos y se clasificó dos veces campeón iberoamericano. Jugó como semiprofesional en Miami y fue entrenador de la selección de esa ciudad. Por allí fue diluyéndose la carrera del hombre al que un caracteriza y auténtico conocedor del fútbol, como el abogado Mauro Velásquez Cevallos, considera como uno de los dos mejores backs centrales de toda la historia del fútbol ecuatoriano: el inimitable Mariscal Honorato Gonzabay Mendoza.

(Enero 6 de 1991)

 

Grandes figuras de los Clásicos del Astillero


Uno de los más celebrados actores del Clásico del Astillero es Washington Muñoz Yance, el recordado Chanfle. Hizo once dianas en los enfrentamiento con Emelec, la primera de ellas el 10 de junio de 1966 en un encuentro en que Barcelona cayó ante su encarnizado rival por 3 a 1, goles de Cirilo Fernández (2) y Ely Durante. Muñoz se había corrido al centro y Luciano Macías subía como puntero zurdo desde su puesto de marcador. Un centro de Macías y Muñoz zafándose del acoso de Felipe Mina, con un tirazo de su marca, venció al desaparecido gran arquero "eléctrico" Ramón Maggereger. El último de sus goles lo marcó el 24 de mayo de 1975 y eso bastó para la victoria "torera" por 1 a 0. Wacho Muñoz llegó a Barcelona desde los juveniles de Liga Deportiva Estudiantil junto al Flaco Guillermo Weisson. No fue un producto de la cantera del Idolo como lo sostiene un amigo que me desafió a probar el origen elegolé de Muñoz. La foto que encabeza esta columna es la prueba. De LDE salieron también para el Idolo Jimmy Montanero, Julio Guzmán y Manuel Uquillas. A las filas "eléctricas" enriqueció la Liga con los pases de Jesús Cárdenas y Raúl Avilés.

 
 
En las filas de Emelec Carlos Raffo y Lupo Quiñónez son los mayores goleadores del Clásico con 10 tantos cada uno. Lupo tiene un total de 13 goles pues anotó 3 con la divisa de Barcelona. Raffo disputa con gran ventaja el título de mejor jugador extranjero que haya pisado nuestras canchas. Llegó  de  Central Argentino y Platense al Argentina de Quito y de allí a Emelec. Era un flaquito vivísimo, de gran técnica y un futbolista honrado que se jugaba la vida en cada partido. Donde hoy otros que ganan fortunas salen corriendo, Raffo entraba a buscar el gol. El 13 de noviembre de 1956 marcó su primer gol en un Clásico que Barcelona ganó por 2 a 1. La última vez que gritó una conquista en el Clásico fue el 29 de octubre de 1961 en un soberbio partido que Emelec ganó por 3 a 1 con goles del Loco Balseca, Raffo y Enrique Raymondi y un espectáculo de lujo brindado por los inolvidables Cinco Reyes Magos: Balseca, Bolaños, Raffo, Raymondi y el Pibe Ortega. Para Lupo Quiñónez su aparición en la estadística está marcada el 13 de noviembre de 1977 al anotar para Emelec en un partido que su equipo perdió por 2 a 1. Con la enseña "torera" su primer tanto lo anotó el 29 de abril de 1984 para dar a su divisa una victoria por 2 a 0, compartiendo el marcador con el brasileño Paulo César.

 

 
Medio en serio, medio en broma, siempre se ha hablado de la predilección que Enrique Cantos tenía por los billetes. Nada de eso es cierto. Era un crack como pocos han habido y habrán en el fútbol ecuatoriano y perteneció a una época de líricos que ganaban poco pero hicieron mucho por su club. En esta era de "inflación" futbolística Cantos, como muchos otros, serían millonarios. Una anécdota retrata de cuerpo entero al inolvidable Pajarito o Ratón Sabido y a sus compañeros. Y esto vale para todos los jugadores de todos los equipos de aquellos tiempos. En noviembre de 1956 Barcelona estaba quinto en la tabla de posiciones superado por Emelec, Valdez, Everest y Patria. Si quería jugar el cuadrangular final tenía que ganar a Emelec que marchaba puntero con gran ventaja.  Se midieron en el Estadio Capwell el 18 de noviembre. En los camerinos el presidente de Barcelona, Eduardo Servigón, habló con los jugadores: "Muchachos, hemos resuelto darles como estímulo una prima de mil sucres a cada uno si ganan el partido. Ustedes saben que no es una obligación pero estamos reconocidos por su buen cuidado y su disciplina en los entrenamientos". El Pájaro Cantos tomó la palabra a nombre de los jugadores: "Presidente, no vamos a cobrar una prima porque vamos a jugar por los colores de Barcelona. A usted y los miembros de la Comisión les dedicamos por adelantado la victoria". Cuando salieron al campo del Capwell, dos geniales jugadas de Enrique Cantos marcaron la victoria barcelonesa en una tarde y noche magistral del astuto entreala derecho. Así eran los jugadores de entonces.

 

Ese año 1956 Emelec armó uno de los equipos más poderosos de su historia. Incorporó a Daniel Pinto, un exquisito del fútbol al que nadie podrá olvidar después de haberlo visto tejiendo maravillas en el Capwell, y trajo de The Strongest de Bolivia al argentino Francisco Pugliese, ex Chacarita Juniors de Buenos Aires. Ese elenco ganó las ruedas en el torneo de 1956 y pese al repunte barcelonés en la tercera vuelta llegó en el primer lugar y con la ventaja de un punto al partido de definición el 2 de diciembre. Ese día el técnico de Emelec, el chileno Renato Panay, introdujo un sistema 4-2-4 al alinear a Yulee; Ubilla, Cruz Avila, Arguello y Ubilla; Pugliese y Bolívar Herrera; Júpiter Miranda (Balseca), Mariano Larraz, Raffo y Jorge Larraz. Barcelona puso a Ansaldo; Jurado, Carlos Sánchez (Bolívar Sánchez) y Macías (Esteves); Alume y Solórzano; Salcedo, Cantos, Chuchuca, Vargas y Clímaco Cañarte. Ente 30 mil personas los del Astillero protagonizaron uno de los Clásicos más vibrantes de la historia. Emelec sólo necesitaba empatar. Dos golazos del Flaco Raffo marcaron la ventaja inicial que fue descontada luego por Pelusa Vargas y Chuchuca. Estaban empatados cuando faltaban diez minutos y la ofensiva barcelonesa era una tromba. Allí se agigantó la figura de Yulee que hizo atajadas memorables para mantener el empate y llevarse su equipo un título que había venido labrándolo con clase desde el inicio de la temporada. Fue un gran año para los hermanos de barrio y para la afición que gozó momentos maravillosos en esos tiempos del Capwell que muchos seguimos añorando. 

(Diciembre 30 de 1990)

Viejos recuerdos del baloncesto guayaquileño


 

Introducido en los años 20 por  jóvenes guayaquileños, el básquetbol no había podido competir internacionalmente hasta mediados de la década de los años 30. En noviembre de 1934 se habló en los diarios de la posibilidad de que llegara a Guayaquil el poderoso Flecha, de Lima, el mejor equipo del afamado básquet peruano. Flecha había vencido al gran quinteto de Estrella, de Panamá, a Deportivo Olea, de Chile, y había paseado su clase por éste país en una gira victoriosa. El 8 de diciembre ya estaba en Guayaquil el conjunto peruano en cuya fila estaban figuras de la talla de Antonio Flecha, Antonio Ore, Luis Arbulú, Ricardo Navarro, Víctor Bacigalupo, Fernando Rossi y Augusto Sánchez.  Los jugadores sureños deslumbraron en los entrenamientos por sus ilimitados recursos y su velocidad impresionante. Ninguna crónica asignaba la menor posibilidad a nuestros quintetos. El 12 de diciembre, con el arbitraje de George Capwell, Flecha venció a LDE que poco pudo hacer ante el arrollador elenco. El 15 de diciembre cayó Emelec y cuatro días después fue Vanguardia el vencido, Parecía que Flecha se iba a ir invicto. El 22 de diciembre enfrentó al campeón Oriente que contaba en sus filas con el estudiante chileno de medicina Teófilo Constantino, al quiteño Luis Felipe Pato Cevallos que estudiaba en Guayaquil y a los porteños Adolfo Jurado González, Leopoldo Grunauer y Francisco Macías Burnham. Aunque el recién construido Coliseo Huancavilca estaba lleno al tope, todos los asistentes pensaban que Oriente sería vencido.
A las 10.15 de la noche apareció en la cancha el Flecha con Bacigalupo y Oré; Flecha, Arbulú y Navarro. Oriente puso a Grunauer y Cevallos; Macías, Constantino y Jurado.
El chileno fue imparable desde el inicio y Oriente se puso 7 a 0 para terminar el primer cuarto en ventaja 9 a 2. Flecha hizo cambios y Oriente seguía con sus cinco gladiadores. La actuación de Jurado era magistral. Constantino y Cevallos se agigantaban. Había una euforia increíble en el Huancavilca. 17 a 6 favorable a Oriente favorable a Oriente concluyó el segundo cuarto. Declinaron los porteños en el siguiente cuarto y el marcador se puso 17 a 16. Constantino se avivó y puso dos canastas pero Arbulú descontó.  21 a 17 concluyó el tercer cuarto, siempre Oriente adelante. Había llegado la etapa final. Si Oriente mantenía la supremacía iba a conseguir un triunfo histórico. Había gestos de preocupación en el banco guayaquileño: los cinco hombres estaban agotados y no se contaba con suplentes de la misma clase de los titulares. Cuando sonó el silbato Constantino se elevó y anotó. Luego fue el Pollo Macías el que convirtió. Constantino se erigía en la gran figura. Cuando faltaba poco cayó por cansancio. El público lo alentaba para que se levantara. El marcador estaba 27 a 19, Oriente arriba. Un pase magistral de Constantino a Jurado y éste se elevó para encestar justo cuando se escuchaba el silbato final. Oriente había vencido 29 a 19 y lograba la primera gran victoria internacional del baloncesto porteño y nacional ese 22 de diciembre de hace 56 años.

 

Uno de los más grandes equipos de la historia del basquetbol nacional fue el de Liga Deportiva Estudiantil de 1940. Integrado por Juvenal Sáenz, Víctor Caballito Zevallos, Carlos Flaco Ruíz, Gustavo Vargas, José Aguirre, Augusto Barreiro y Humberto Moreira, fue el primer en pasar la barrera de los cien puntos la noche del 23 de julio de 1940 cuando venció a Vanguardia por 124 a 54 en su marcha hacia el título de ese año. El 18 de diciembre de 1940 derrotó en memorable encuentro a la selección de Colombia por 52 a 47. LDE formó con Vargas y Aguirre; Zevallos, Ruíz y Sáenz. Al final ingresó Moreira. Por los colombianos jugaron Molina y Velásquez; Cobo, Mora y Baraya. Luego ingresaron Guardiola y Fuentes. El primer tiempo fue deslumbrante por las jugadas de Zevallos y Sáenz y los cestos espectaculares de Ruíz. 31 a 30 terminó ganando Liga. El cansancio que acusó Ruíz fue factor para que LDE bajara en su accionar y Colombia se pusiera en ventaja 46 a 41 en el segundo tiempo. En  esfuerzo sobrehumano Ruíz se repuso mientras las raudas entradas de Zevallos y Sáenz volvieron a elevar el marcador para una victoria magistral. El Telégrafo del 19 de diciembre dijo: “LDE fue anoche sencillamente maravillosa. Especialmente en el primer tiempo del encuentro sus hombres accionaron en una forma tal que el espectáculo que brindaron no sólo fue una agradable satisfacción para los sentimientos partidistas sino un verdadero recreo para cualquier fanático del básquetbol. Los dribles fantásticos de Zevallos, las corridas espectaculares de Sáenz, los remates certeros de Ruíz, los largos e impecables tiros de Aguirre, la segura actuación de Vargas, en fin, la coordinación perfecta de cinco hombres que cumplían su cometido con la precisión de una máquina. Fue un espectáculo espléndido que se lo agradecemos a LDE como guayaquileños y como espectadores”.

 

El 11 de diciembre de 1940 debutó formando en el Unión ante la selección de Colombia como internacional el incomparable Pablo Sandiford. El 21 volvió a medirse Unión con los norteños. Los locales formaron con Carlos Fuller y José Gabriel Capobianco; Samuel Cisneros, Humberto Benavides y Manuel Chedraui. Eithel del Valle sustituyó luego a Benavides y Sandiford a Chedraui. Fue esa la gran noche del moreno de Durán. Así comentó en el El Telégrafo el Dr. Francisco Rodríguez Garzón la victoria unionista y la actuación de los porteños: “Al salir de la cancha Pablo Sandiford, automáticamente ha entrado por la brillante y esplendorosa puerta de la fama. Todo lo que podamos decir de la actuación del moreno y enjuto player local sería un pálido reflejo de lo que constituyó su comportamiento en el court. Dinámico, escurridizo, pleno de fibra y calidad, se convirtió en el más notable jugador de su equipo y de todo el campo. Con una habilidad sin igual perforó una y otra vez hasta llegar a la obtención de 39 tantos el aro colombiano., en medio del desconcierto absoluto de la guardia rival que jamás pudo contener su vivacidad y precisión....Pero si la acción de Sandiford fue brillante, no podemos pasar por alto la forma en que cumplieron Capobianco y Fuller, quienes, con una firmeza y seguridad óptima, cumplieron a satisfacción la misión de controlar la alta y peligrosa delantera colombiana. En esta forma, si Sandiford decretó la victoria local, la guardia unionista de Fuller y Capobiando la consolidó”.

 

Fueron los que hemos relatado tres grandes episodios del baloncesto guayaquileño ocurridos en el mes de diciembre de hace 56 y 50 años, respectivamente. Desde ahora Juanito Sala, Pan de Huevo Aguirre, Pancho Flor, Shory Vásquez y el “súper pana” Enrique Avispa Matamoros no podrán decir que en esta columna sólo hablamos de fútbol.

(Diciembre 23  de 1990)

miércoles, 14 de octubre de 2009

Guayaquil, campeón nacional de selecciones en 1949

Aunque en 1928 se llevó a cabo en el estadio de Puerto Duarte el llamado Campeonato Nacional de Selecciones que fue ganado ampliamente por Guayaquil, esa disputa fue organizada por la Federación Deportiva del Guayas por la posesión del Escudo Cambrian, por lo que oficialmente se considera que el I Campeonato Nacional fue el que organizó la Federación Deportiva Nacional del Ecuador hace 50 años en el viejo Estadio Guayaquil. Fue el 7 de diciembre la inauguración con el enfrentamiento entre Guayas y Pichincha y el de Esmeraldas con Manabí. Los esmeraldeños vencieron sorpresivamente a los manabas y Guayas, favorito para hacerse del título, empató con Pichincha a tres goles en flojo comienzo. Los porteños alinearon a Ignacio Molina; Luís Hungría y Eloy Ronquillo; José Merino (Vicente Aguirre), Arturo Zorro Zambrano (Jorge Peralta) y Luis Antonio Mendoza; Ernesto Cuchucho Cevallos, Alfonso Suárez; Enrique Raymondi, Enrique Gorra de Paco Herrera y Fonfredes Bohórquez. Por los pichinchanos estuvieron Santoliva; Angulo y Contreras; Quiñónez, Carlos Garnica, y Leiva; Delgado, Stacey, Pedro Alcívar, César Garnica y Freire. Los del altiplano se adelantaron con autogol de Ronquillo pero el veloz Gorra de Paco empató con un cabezazo de su especialidad. César Garnica despidió uno de sus famosos "garnicazos" pero Herrera volvió a nivelar el marcador. Carlos Garnica puso el tercero y Cuchucho, de penal, salvó el honor porteño cuando faltaban diez minutos de juego.

Al día siguiente, repuestos de los nervios del debut, los porteños salieron a enfrentar a Esmeraldas, equipo novato pero de arrestos como lo había demostrado ante Manabí. Guayas formó con Molina; Jorge Tolozano Laurido (Ronquillo) y Chocolatín Hungría; Mendoza, Peralta y Chento Aguirre; Cevallos, Saturnino Ortíz (Suárez), Alcívar, José Herrera y Bohórquez. Los esmeraldeños alinearon a Ortíz; Palacios y Echeverría; Tenorio, Barreiro y L. Flor; Jijón, Cortez, Rivero, Madrid y A. Flor. Guayas fue una máquina que arrolló a los norteños. "Jugó como la Academia" dijo Ralph de Campo en El Telégrafo para simbolizar el desempeño armónico, elegante y contundente de los jugadores locales que marcaron nada menos que 14 goles en lo que puede ser la mayor goleada en la historia del fútbol nacional en un encuentro oficial. El extraordinario Marino Alcívar, quien venía de triunfar en el fútbol de Cuba y Colombia, puso seis goles de todas las marcas, uno de ellos luego de seis toques de cabeza con Herrera. Bohórquez y Raymondi anotaron dos tantos cada uno y los restantes los pusieron Alfonso Suárez, y Jorge Peralta. Una sonora salva de aplausos despidió a los guayaquileños que ejecutaron aquella mañana una faena perfecta. En el preliminar, ante el asombro general, Manabí ganó a Pichincha por 3 a 2 y lo dejó fue de opción para la corona.

El 15 de diciembre de 1940 Guayas conquistó el centro nacional de fútbol al derrotar a Manabí por 8 a 0 en otra función de gala de los cracks porteños. Molina, Hungría, Laurido, Merino, Peralta, Mendoza, Cevallos, Suárez, Raymondi, Alcívar y Bohórquez fueron los actores de esa mañana excepcional e inolvidable. Los manabitas alinearon a Vincent; Rodríguez y Viera; Tucker I, Romo Leroux y Tucker II; Palma, Bodero, Cevallos, González y Montalván (Corrales). Eran tiempos en que la sutileza se mezclaba a veces con el bartoleo. Un destacado representante de la elegancia futbolística como fue Jorge Tolozano Laurido salió de su línea y rechazó el balón con violento puntapié. El esférico se elevó y reventó en el aire entre los aplausos del público. El juego se suspendió hasta que llegó el balón de repuesto. Al reinicio Vincent se lució ante tiros de Raymondi y Alcívar. Un tiro de Marino dio en la pierna de Viera y se introdujo en las mallas. Iban 26 minutos. Un minuto después Alcívar volvió a vencer a Vincent y no pasó mucho tiempo cuando un centro de Cevallos provocó un alboroto. Cuando parecía que el arquero manabita iba a controlar el balón surgió como de la nada el Maestro Raymondi para colocar el tercer gol. Otra vez el implacable Marino, a quien el Dr. Francisco Rodríguez en una crónica de El Telégrafo había llamado El apilador endiablado, derrotó a Vicent para llegar a fin de la primera etapa con un 4 a 0 favorable a los porteños. En la segunda etapa dos goles de Cuchucho, uno de Suárez y otro de Alcívar señalaron la diferencia: Guayas 8 - Manabí 0. El coraje y el entusiasmo de los manabas no bastaron para detener a "La Academia" como se bautizó a ese equipo porteño en el que destacaron Hungría y Laurido, impasables; Suárez indetenible con "su juego de cuerpo y su dribling"; Raymondi "con sus voleas impresionantes"; Alcívar "con su contundencia y sus intervenciones veloces" y Cevallos "con sus centros precisos". Fue hace cincuenta años que Guayas reafirmaba su indiscutible supremacía futbolera. Algunos de los actores de ese primer título nacional no están ya entre nosotros. Otros viven aún entre el olvido y algún esporádico recuerdo de sus contemporáneos. Nosotros rescatamos hoy de los viejos diarios la gloria que supieron dar a nuestro deporte los actores de esa gran jornada en que Guayas -Guayaquil- consiguió el título en el I Campeonato Nacional de Fútbol.
(Diciembre 16 de 1990)

Tres grandes cracks del fútbol mundial pasaron por Guayaquil



Algunos respetables memoristas del fútbol como el flamante abogado Luis Armando Pólit no recordaban al uruguayo Ramón Villaverde como refuerzo de Emelec en el encuentro frente a Newell's Old Boys en el que debutó internacionalmente el Loco Balseca y al que hicimos mención el domingo último. Villaverde estaba militando en el Cúcuta Deportivo cuando éste equipo llegó a Guayaquil para enfrentar a Everest es una reunión en la que Barcelona se medía en el cotejo de fondo a Boca Juniors de Cali el 21 de noviembre. Cúcuta fue después a Quito para animar la inauguración del Estadio Olímpico Atahualpa en un gran choque con Río Guayas el 25 de noviembre. Así estaban las cosas cuando llegó a Guayaquil el elenco de Newell's que empató a un gol con Everest y Barcelona en sus dos primeras confrontaciones. El 7 de diciembre se las vio con Emelec que solicitó a Villaverde reforzara su delantera en la que jugaban los hermanos Orlando y Mariano Larraz, el Loco Balseca y Oscar Curcumelli. Emelec presentó la formación que ya citamos en nuestra anterior columna. Newell's presentó al arquero-cantor Julio Elías Mussimessi; Cabrera y Caspirian; Lombardo, Mirelles y Mancini; Vaccaro, Mardiza, Focchi, Ortiguela y Belén. En un gran encuentro Emelec venció a los argentinos por 1 a 0, gol de Orlando Larraz ante jugada magistral de Villaverde. Dejamos constancia de la brillante actuación "eléctrica" para borrar las sospechas de Selim Doumet.

Después de Cúcuta Villaverde pasó en 1953 a Millonarios y de allí se fue en 1954 a Barcelona de España donde deslumbró en una delantera que formaban Segarra, Villaverde, Kubala, Moreno y Manchón. El año de su llegada fue nombrado el mejor jugador extranjero de la liga española. Fue campeón con el Barsa en 1957 y 1958, de la Copa del Generalísimo en 1957, 1959 y 1963 y campeón de la Copa de la UEFA en 1960. Regresó a Guayaquil en 1962 con Barcelona de España para medir al homónimo criollo junto a Luis Cubilla, Cayetano Re, Sandor Kocsis y otras estrellas.

Cuando se habla de los grandes centromedios de todos los tiempos en todo el mundo, siempre habrá que citar a Angel Perucca y Néstor Raúl Rossi. Ambos pasaron brevemente por el fútbol guayaquileño. Precisamente en Newell's surgió Perucca quien causó sensación hasta debutar en la selección de Argentina el 18 de febrero de 1940 ante Brasil en la Copa Roca. Fue en el Sudamericano de 1945 cuando se ganó el apodo que lo hizo universalmente famoso: El Portón de América. En la inolvidable selección de 1947 que ganó el título sudamericano en Guayaquil formó la línea media con Norberto Yácono y Natalio Pescia. En 1952 estaba en El Dorado colombiano formando filas en Universidad de Bogotá que llegaba a Guayaquil para enfrentar a Unión Deportiva Valdez, cuando se anunció la llegada de Huracán de Buenos Aires, rival de Barcelona. Los dirigentes "toreros" pidieron a los bogotanos como refuerzos a los argentinos Vicente Gallina, Oscar Contreras y al extraordinario Angel Perucca. El partido fue en el Capwell el 4 de diciembre de 1952 ante 30 mil personas, la máxima capacidad del estadio. El Idolo del Astillero formó con Bonnard; Sánchez y Benítez (Jurado); Marín, Perucca y Solórzano; Contreras, Gallina (Mocho Rodríguez), Chuchuca, Vargas y Clímaco Cañarte. Por Huracán alinearon Díaz; Romeral y Gaggino; Naya, Romo y Nazionale; el peruano Lazón, Héctor López, otro peruano, Valeriano López, Ricagni y Bediales. Aunque Barcelona perdió 3 a 1 con anotaciones del sensacional Eduardo Ricagni y descuento de Pelusa Vargas, el cotejo fue muy emotivo. Perucca tuvo un accionar maestro y junto a él destacaron Veinte mil Solórzano, Juan Benítez y el juvenil Clímaco Cañarte. Quienes vieron a Perucca no podrán olvidar el señorío y la clase del Portón de América.

La Voz de América era Néstor Raúl Rossi, surgido de las filas de Acasuso, Beccar, Platense y las inferiores de River Plate donde militó con el Muñeco Coll, Alfredo Di Stefano y Amadeo Carrizo. Fue suplente de Perucca en el Sudamericano de 1947 y apareció con la albiceleste en la final contra Uruguay. Fue después a Colombia y formó en Millonarios, uno de los más grandes equipos del mundo a través de la historia. En ese maravilloso diciembre de 1952 se anunció a River Plate, que estaba viviendo un momento excepcional, para enfrentar a Patria. El principal directivo "patricio", Fernando Lebed, tomó contacto con nuestro compatriota Mauro Mórtola, quien estaba en Guayaquil, y consiguió que éste, ex presidente de Millonarios, gestionara la venida de Rossi para reforzar a Patria. El 27 de diciembre arribó Rossi a Guayaquil y el 30 de diciembre se efectuó el partido.

Para no ser irreverentes pónganse de pie para escuchar la alineación de River: Amadeo Carrizo; Alfredo Pérez y Lidoro Soria; Norberto Yácono, Julio Venini y Héctor Ferrari; Santiago Vernazza, Eliseo Prado, Walter Gómez, Angel Labruna y Félix Loustau. Y siga de pie. Por Patria estaban Alfredo Bonnard; Rodolfo Bores y Marcos Cousin )Teodolindo Mourin); Orlando Zambrano, Néstor Raúl Rossi y Rodolfo Salatino (Francisco Croas); Víctor Arteaga, Daniel Pinto, Angel Ceccardi (Hortensio "Patrullero" González), José Vicente Balseca (Felipe Leyton) y Gonzalo Pozo. Ahora siéntense y escuchen. Frente a sus ex compañeros Rossi se agigantó y creó con ese partido una leyenda. Pinto y Arteaga enloquecieron a los argentinos imitando los movimientos de Gómez y Labruna. El Venado Arteaga se mandó un golazo y dejó el balón clavado en la red. Labruna, Loustau y Walter Gómez parecían salidos de un sueño. ¡Qué espectáculo, señores! River iba ganando 3 a 0 y Patria descontó con gol del gran alero quiteño Gonzalo Pozo y luego con aquel tirazo de Arteaga. River terminó arrinconado por un Patria ansioso por el empate que era empujado a gritos y con fútbol magistral por el Narizón Rossi. Un cabezazo de Patrullero fue apenas manoteado por Carrizo y otro misil de Arteaga pasó lamiendo el horizontal. Una multitud aplaudió aquella noche a los actores de uno de los partidos más sensacionales que se recuerden. Esos espectáculos ya no se ven en este fútbol amarrete que mañosamente pervirtieron los directores técnicos, como comentaba hace unos días nuestro colega Jorge Barraza. Por aquí pasaron Ramón Villaverde, Angel Perucca y Néstor Raúl Rossi y dejaron una huella muy profunda en el recuerdo de los aficionados de los tiempos del viejo Estadio Capwell.
(Diciembre 9 de 1990)

Balseca vs. Macías, el más grande duelo de nuestro fútbol


Era un par de muchachitos locos que hacían cualquier diablura con la pelota. Tiempos de canchas de tierra, de sarteneja molida que se llevaba pedazos de piel en cada revolcón. Don Marcos Luzuriaga se deleitaba con los arabescos casi circenses del par de pequeños "orates" de su Huracán. Alguien los vio y se los llevó a Emelec. Llegaron juntos en 1951 y sus destinos fueron diferentes . El un "loco" tenía metido el fútbol en el alma y no lo pudo dejar mas que cuando los músculos empezaron a sentir el esfuerzo. Emigró a los Estados Unidos. Siguió jugando, pero allá no había estadios repletos ni aplausos para sus locuras, ni duelos con rivales linajudos. Marcó toda una época. Hace poco volvió y se vistió de corto para la Cena del Recuerdo. Pensábamos que íbamos a ver un loco con canas o poco pelo. Y nos asombró. Lucía un tinte color charol y el mismo espíritu dicharachero y jovial. La gente no se cansó de aplaudir al celebrado e incomparable Loco José Vicente Balseca. El otro loco que llegó con él a Emelec apareció algunas veces con la blusa "eléctrica", pero el enérgico Don Benjamín (que hoy estará en la gracia de Dios) quería que fuera ingeniero. Fue dejando poco a poco el fútbol por los compases y las reglas de cálculo. Después le dio por el periodismo deportivo y ha sido en este campo una estrella. No sólo por lo que sabe sino por lo que transmite en espíritu y en alma. Un raro periodismo lleno de calidad humana en un ambiente mercantilizado hasta el extremo. La gente no se cansa de escuchar y aplaudir al Loco del Cuarto 13: el querido Arístides Castro Rodríguez.

José Vicente Balseca apareció por primera vez en el Estadio Capwell el 27 de octubre de 1951 ante Río Guayas como reemplazante del delantero argentino Luís Massaroto. El 7 de diciembre debutó internacionalmente ante Newell's Old Boys de Argentina en cotejo que Emelec ganó por 1 a 0. Ese día formaron por los del Astillero Valentín Domínguez; Manuel Collar y Luis Alberto Pérez Luz; Ricardo Chinche Rivero, Héctor Pedemonte y Oscar Luis Carrara; Orlando Larraz, Mariano Larraz, el crack uruguayo Ramón Villaverde que luego deslumbró en el Barcelona de España, Balseca y Oscar Luis Curcumelli. Tenía el Loco apenas 18 años. Estaba destinado a ser centro delantero pero la llegada del Flaco Raffo en 1954 lo llevó a la punta diestra el 4 de septiembre ante Unión Deportiva Valdez. Todas las locuras que había mostrado a ratos en el centro del ataque renacieron al contacto de la raya de cal. Allí empezó a nacer el favoritismo popular.

Un poco más tarde que el Loco Balseca llegó a la gramilla del Capwell un chiquillo nacido en Ancón. Había jugado en el Vasco da Gama de la Liga Norero y en los equipos Temerario y Argentina de la Liga Salem. El recordado Pan de Dulce Aguirre lo llevó a Barcelona en 1951 y con la casaca oro y grana debutó el 1 de noviembre de 1953 en un Clásico que ganó el ídolo por 4 a 1. Había nacido una de las leyendas barcelonesas de todos los tiempos: Luciano Macías Argenzio. En ese partido alineó con Luis Jurado y el Pibe Sánchez y marcó al Cholo Jalón. Fue seleccionado al primer Campeonato Sudamericano Juvenil de Caracas en 1954 e hizo pareja en la zaga con Raúl Arguello. Volvió a Barcelona el 12 de febrero de ese año para un amistoso con San Lorenzo de Quito y fue afirmándose poco a poco en la titularidad y ganándose el respeto de la parcialidad "torera".

Cuando Valdez fue proclamado campeón de 1954, Patria, Barcelona, Everest y Emelec organizaron un cuadrangular amistoso. El 27 de noviembre se enfrentaron los hermanos de barrio. Barcelona alineó en la defensa a Miguel Esteves, el Pibe Sánchez y Luciano Macías. Emelec puso en la delantera a Balseca, Júpiter Miranda, Raffo, Mariano Larraz y Eduardo Guzmán. Fue la primera vez que Balseca y Macías se vieron frente a frente. El duelo que protagonizaron no escapó al ojo avizor de un periodista muy perspicaz como Ralph del Campo quien comentó al día siguiente la especial porfía sostenida por los dos muchachos porteños. El Loco finteaba, amagaba, corría, frenaba en seco e inventaba firuletes que hacían delirar a la tribuna. Al pie suyo, marcándolo sin respiro, buscando impedirle sus genialidades estaba siempre el Pollo Macías. Cada uno con su barra propia. En las esquinas de Guayaquil se daba luego el veredicto sobre el ganador del duelo en arduas discusiones. Y eran discusiones que terminaban a veces a quiño limpio porque cada uno tenía sus fanáticos a muerte. Doce años después del primer choque el Loco Balseca se fue. Luciano siguió hasta 1972 en que se despidió entre el aplauso y el cariño del público que llegó el Estadio Modelo Guayaquil para decirles adiós a dos cracks sin parangón: Luciano Macías y Vicente Lecaro.

Fue una época romántica que no volverá a vivirse aquella del duelo más famoso de la historia de nuestro fútbol: el de Balseca y Macías. No importa cuántas veces ganó cada uno. Siempre salimos ganadores nosotros, los que los vimos en toda su dimensión de legendarios actores del más bello espectáculo: el fútbol. El progreso nos jugó una mala pasada porque el video no había sido inventado todavía y nadie filmaba los partidos. Por ello el duelo entre el marcador y el puntero es hoy sólo remembranza buena para destapar un "scotch" en noches de nostalgia y bohemia futbolera.
(Diciembre 2 de 1990)

Unión Deportiva Valdez, campeón hace 37 años

Hace 37 años se proclamó campeón del fútbol del Guayas uno de los equipos que más se recuerdan de los viejos tiempos del Estadio Capwell: Unión Deportiva Valdez. Había sido ya campeón en el Ascenso en 1951 y quinto en el segundo torneo profesional de la Asociación de Fútbol del Guayas en 1952. Para 1953 su propulsor, el Ing. Edmundo Valdez Murillo, llevó al equipo al mejor arquero ecuatoriano de todos los tiempos: Alfredo Bonnard. Con él llegó el entrenador argentino de la selección nacional al Sudamericano de 1953, Gregorio Esperón. Había que reforzar el equipo en todas sus líneas y Esperón pidió a uno de los grandes zagueros extranjeros de todos los tiempos, Eduardo Tano Spandre, quien tenía la misión de alternar con Honorato Gonzabay antes que fuera el inolvidable Mariscal de la suprema elegancia defensiva. José Almeida, ambateño, fue confirmado como emergente de Bonnard. Se inició así el trabajo de Esperón que empezó a dar sus frutos. Leonardo Mondragón fue confirmado como el acompañante perfecto en la zaga junto a Gastón Canilla Navarro. Carlos Serrado se reveló como un jugador versátil en el año de su consagración. Julio Caisaguano fue redondeando una actuación que lo convertiría en un crack en el mediocampo junto a un jovencito milagrero con notoria tendencia al sobrepeso que se adueñó del puesto que en 1952 había sido del argentino Jorge Caruso: Segundo Viteri. Para la delantera Esperón contaba con un jugador cerebral y efectivo como el peruano Jorge Otoya, dos potentes y oportunos artilleros en Fausto Villacís y Francisco Rengifo, aleros hábiles y gambeteadores como Wacho Guerrero, Antonio Alume y Carlos Rivas. A todo esto se agregó la afirmación de un delantero de armado, impetuoso y goleador, como Carlos Altamirano, al que apodaron Titán por su vigoroso empuje, y la realización futbolística de alguien que venía insinuando un gran proyecto de crack: Carlos Cañola, bueno para romper todos los esquemas por su despliegue en el campo, su dribling endemoniado y su oportunismo.

Con ese plantel, al que se sumaron en esporádicas apariciones los argentinos Juan Deleva y Oscar Luís Carrara, ex Río Guayas, Valdez debutó el 21 de junio de 1953, en la iniciación del torneo profesional, ante Barcelona que venía de ganar a Millonarios de Bogotá el 8 de abril y de empatar cuatro días después con Deportivo Cali del Muñeco Coll y Alejandro Mur. Los milagreños alinearon a Bonnard; Gonzabay y Mondragón; Navarro (Jaime Orozco), Serrado y Caisaguano; Antonio Alume, Otoya, Villacís (Cañola), Altamirano y Rivas. Barcelona puso a Jorge Delgado; Carlos Sánchez y Juan Benítez; Galo Solís, Carlos Alume y César Solórzano; José Jiménez (Jorge Rodríguez), Enrique Cantos, Sigifredo Chuchuca, José Pelusa Vargas y Clímaco Cañarte. Fausto Villacís puso el primer gol a los 4 minutos y empató Carlos Alume antes de la conclusión del primer tiempo. Cañola ingresó para la segunda fracción y allí encontró Esperón el arma infalible que le serviría para lograr el título. El pequeño y vivaz esmeraldeño madrugó dos veces a la defensa “torera” para elevar el marcador a los 10 y 12 minutos. Titán colocó el cuarto y Chuchuca descontó para un 4 a 2 sorprendente que se iba a repetir en la segunda vuelta.

Valdez fue líder en la primera y segunda vuelta y así llegó a la rueda decisiva. El 21 de noviembre, en la apertura, le puso cuatro goles al Everest. El 26 llegó al Capwell acompañado de una bulliciosa barra que comandaban Manolín y Gabucho Murillo para medir con Emelec. Bonnard; Spandre y Mondragón; Navarro, Viteri y Caisaguano; Guerrero, Otoya, Rengifo, Altamirano y Alume formaron por los milagreros. Vásquez; Guamán Castillo, Eladio Leiss y Chompi Henríquez; Bolívar Herrera y Ricardo Chinche Rivero; Cristóbal Cholo Jalón, Mariano Larraz, Carlos Romero, Júpiter Miranda y Humberto Suárez alinearon por los “eléctricos”. Antes de los 20 minutos ya ganaba Emelec con goles de Jalón y Herrera. El ansiado título parecía peligrar. En el segundo tiempo se produjo el ingreso de Cañola y una vez más cambió la faz del partido. Un centro del esmeraldeño, cabezazo de Otoya y certero remate de Alume produjeron el primer gol. El incansable Otoya burló a Leiss y venció a Vásquez. Valdez había empatado el encuentro. Cuando faltaban 7 minutos para el final Otoya sorprendió adelantada a la defensa y puso el gol de la victoria.

El 28 de noviembre Valdez se proclamó campeón al empatar a cero con Barcelona. Formaron en ese partido Bonnard; Spandre y Mondragón; Navarro, Viteri (Serrado) y Caisaguano; Guerrero (Cañola), Otoya, Rengifo, Altamirano y Alume. Por los del Astillero estuvieron Delgado; Heráclides Marín y Sánchez; Solís, Alume y Solórzano; Rodríguez, Cantos, Chuchuca, Vargas y Clímaco Cañarte. Fue un bronco partido en el que Valdez demostró una gran disciplina de juego. Cuando se dio el pitazo final que consagraba a Valdez campeón indiscutido de 1953 dos hombres fueron levantados en andas por los jugadores: Edmundo Valdez Murillo y Gregorio Esperón. Veintitrés años después de haberse convertido en Unión Deportiva Valdez llegaba el ansiado título para el que una vez había sido el modesto equipito obrero “Enrique Valdez Concha”.
(Noviembre 25 de 1990)