viernes, 8 de febrero de 2008

Los cracks de antes eran baratos

Cifras millonarias sacuden el ambiente futbolístico nacional en los primeros meses de 1990. Jugadores de oscura trayectoria son altamente cotizados por sus clubes.
Doscientos millones de sucres por un mediocampista de escaso renombre. Ciento cincuenta millones por un defensor del que se ha hablado muy poco. ¿Corresponden estas sumas a la realidad del mercado de valores futbolísticos del Ecuador? ¿No estamos exagerando al tasar a nuestros jugadores?

En 1950 surgió en Unión Deportiva Valdez un fornido, rápido y ágil moreno que, de inmediato, fue tentado por Barcelona para la temporada de 1951, primera del profesionalismo criollo. Su transferencia conmovió al medio por lo desusado de la cifra: 20 mil sucres o un poco más de 1.300 dólares de la época. El periodista Raplh del Campo, en su columna “Carrusel Deportivo” comentó así la noticia: “El morocho Solórzano vale un platal si nos basamos en la serie de rumores que es escuchan en el Café. Según unos dicen, Valdez ha pedido nada menos que $ 20.000,oo (?). Otros sostienen que sólo pide $ 8.000,oo. En fin ¿cuánto vale el moreno? Porque a lo mejor sale rivalizando con el `gordo` de la lotería del 10 de agosto”. El pase se hizo por la cifra pedida, y para la historia, César Solórzano Anangonó quedó como “Veinte mil” Solórzano, un grande de nuestro fútbol.

Del equipito México, de Vélez y Los Ríos, los hermanos Jorge y Enrique Cantos y Angel Isidoro Chévez llevaron al Panamá al arquero Alfredo Bonnard. Fue titular en 1949 y 1950 y en 1951 pasó al Everest con una veintena de sus compañeros. De allí fue a Norteamérica al que ayudó a ganar el título de 1952, cuando era considerado ya el mejor arquero del país. El 4 de diciembre el “Flaco” Bonnard, de deslumbrantes actuaciones frente a Huracán, Racing y River Plate, de Argentina, y a Universidad de Bogotá, cuidando el pórtico de Barcelona Norte, Patria y Valdez, fue adquirido por éste último equipo por diez mil sucres, la mitad de lo que había valido el pase de Solórzano.

En el arco de la selección nacional en el Sudamericano de Lima, en 1953, Bonnard cosechó los más encendidos elogios de la prensa internacional. La agencia estadounidense United Press International, dijo, luego del partido contra Brasil: “En las líneas ecuatorianas había un héroe, el mejor portero que se haya visto en este campeonato: Bonnard. Aclamado por la multitud con justicia, contuvo el dominio brasileño (…) Bonnard fue el mejor hombre de la cancha y fue medio equipo (..)”. Elegido el mejor arquero del Sudamericano junto al paraguayo Adolfo Riquelme, despreció la oportunidad de ir a equipos de Niza, París y Montecarlo cuando el empresario francés Alphonse Boghossian le puso un cheque en blanco y le dijo que escogiera el equipo al que quisiera ir en Francia. Bonnard prefirió regresar a Valdez.

El 24 de julio de 1959 Alberto Spencer marcó el primer gol que registra la estadística en el Estadio Modelo, reforzando a Barcelona ante Huracán de Buenos Aires. Deslumbró luego en el mismo escenario ante Peñarol y los buscadores de estrellas lo ficharon para el club uruguayo. Fue titular indiscutido en once temporadas, ganó dos Copas Intercontinentales, tres Copas Libertadores, ocho torneos uruguayos y fue un extraordinario goleador cuyo liderato en la Copa Libertadores de América (54 goles) tiene la suerte de lo eterno. Idolo en Uruguay y reputado uno de los mejores jugadores del mundo, vistió “la celeste” uruguaya en Wembley, un honor muy poco conferido a un extranjero. Peñarol lo compró a Everest en febrero de 1960 en diez mil dólares. Ciento ochenta mil sucres de entonces.

“Mi generación se adelantó al nacer. Hoy seríamos millonarios” me dijo hace pocos días Enrique Cantos mientras revisábamos unos diarios de 1945 cuando se reportaba que había sacado en hombros luego de una victoria del Panamá en Cali. Y tiene razón. Si Eduardo Méndez y Juan Carlos Suárez valen los cientos de millones de que hemos hablado al inicio de esta columna ¿cuánto valdrían hoy Bonnard, Solórzano, Enrique Cantos, Jorge Bolaños, Daniel Pinto, José Merizalde, Carmelo Galarza, Clímaco Cañarte, Vicente Recaro, Honorato Gonzabay o Chompa Henríquez y Moscovita Alvarez que dejaron huella en El Dorado colombiano?

Mucho antes de que se produjera en Chile la quiebra de los equipos de fútbol, Germán Becker, presidente de Green Cross, dio la voz de alerta: “Estamos viviendo una inflación futbolística que no guarda relación con nuestro medio. Somos un país pobre donde hay gente que sufre privaciones y necesidades. ¿Cómo es posible que se cree una élite de jugadores y entrenadores pagando sumas ajenas a nuestro ambiente, inalcanzables…Nuestro país no es eso que refleja el fútbol”.
(Febrero 4 de 1990)

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