lunes, 11 de febrero de 2008

Qué lindo cuando los "locos" jugaban al fútbol

Locos divinos llenaron de euforia a las tribunas con su fútbol pintoresco y alegre desde que apareció Napoleón Medina, un gran arquero, aunque la historia recoge con mayor luminosidad a otros “locos” que, como coincidencia, fueron punteros, esa extraña especie ya extinguida por los “sistemas” modernos. El 24 de mayo de 1949, en plena disputa del Torneo del Pacífico, llegó para Emelec Juan Avelino Pizauri, el primer gran “loco”, quien debutó el 28 del mismo mes ante Aucas, entrando como emergente del nortino Carlos Peralta que reforzaba a los “eléctricos”. El 1 de junio salió como titular en el Clásico del Astillero y empezó con sus locuras ante un marcador de “pocas pulgas” como el “Zambo” Juan Benítez, quien lo zarandeó de lo lindo. Pero Pizauri era una mezcla de bronca y broma y también dio lo suyo. El periodista de El Telégrafo Raúl Murrieta lo bautizó en una nota: “El loco Pizauri, puntero izquierdo de Emelec, tira unos cañonazos que tiembla hasta el cerro Santa Ana”. Sus travesuras por la raya afirmaron el mote del “loco” que había llegado de la reserva de Vélez Sarsfield. Atilio Tettamanti, quien llegó con él y se quedó en Guayaquil, lo recuerda así: “Poseía fuerza en el disparo y mucha velocidad. Con él me entendí a las mil maravillas. Cuando retornó a la Argentina no logré saber más de él”.
Por las líneas laterales del Capwell deben hallarse aún las huellas del genial “loco” Basilio Padrón, un lírico del fútbol que se divertía jugando y divertía a las tribunas de las que fue un ídolo. Llegó a Guayaquil el 4 de mayo de 1951 para jugar en el inolvidable Río Guayas. Debutó reforzando a Emelec pocos días después ante América de Río de Janeiro y se lo criticó por “su exagerada gambeta”. Fue sólo el comienzo. Padrón llevó a la desesperación a sus marcadores con su endiablado “dribbling”, corriendo por la raya con su espalda encorvada, lo que le valió otro mote, el de “Caparacho”. El 12 de diciembre de 1951 ante Universidad Católica de Chile que traía al famoso “Charro” José Manuel Moreno, Atilio Tettamanti, Cisternas y Monestés, fue su actuación cumbre. Iba y regresaba por las tizas driblando a cuanto rival le salía al paso pero no pasaba el balón a sus compañeros. Estos apelaron al mayor Leonardo Chiriboga, entrenador del club, quien ordenó a Eduardo “Buche” Ycaza que se preparara para entrar por Padrón. Una ensordecedora rechifla respaldó al “Loco” y el cambio no se hizo. Padrón pagó la adhesión popular haciéndole un túnel al “Charro” Moreno, pero esto lo contaremos en otra columna.

El “Loco” más querido del fútbol ecuatoriano fue José Vicente Balseca. Del Huracán de Fedeguayas pasó a Emelec de la mano de otro “loco”: Arístides Castro Rodríguez. Con apenas 18 años debutó en octubre de 1951 como piloto de ataque ante Río Guayas, reemplazando al argentino Luís Masarotto. El 7 de diciembre se bautizó internacionalmente ante Newell’s Old Boys de Rosario, Argentina, jugando al lado del uruguayo Ramón Villaverde, quien reforzó a Emelec. Siguió como centroforward hasta 1954 en que jugó de puntero derecho reforzando a Barcelona ante los alemanes del Rott Weiss, el 2 de junio. Su gran actuación en ese partido y la llegada de Carlos Raffo hicieron que se corriera a la punta diestra. Fue como un renacer porque recién apareció el “loco” de las filigranas increíbles y los desplantes humorísticos que lo hicieron un favorito de los aficionados. Tenía una clase increíble que la lució al lado de grandes insiders derechos como Daniel Pinto, Mariano Larraz, Gerardo Layedra, Enrique Cantos, Jorge Bolaños, Leonardo Palacios y muchos más. Integró una delantera magistral con Daniel Pinto, Carlos Raffo, Jorge “Pibe” Larraz y Eduardo “Bomba Atómica” Guzmán o Júpiter Miranda, y luego la histórica de “Los 5 Reyes Magos”: Balseca, Bolaños, Raffo, Enrique Raymondi y el Pibe Ortega. Fueron épicos sus duelos con el capitán barcelonés Luciano Macías que empezaron el 4 de diciembre de 1954 en un clásico extraoficial que Emelec ganó por 2 a 1. Cuando se fue de las canchas, se fue con el “Loco” Balseca una de las épocas doradas del fútbol guayaquileño que hoy se recuerda con nostalgia.

Sí. Ya sé lo que usted me va a decir. Que faltan dos locos. Lo admito. En la LDU porteña apareció en 1958 alguien que arrasaba con todo lo que hubiera delante de él. No lo paraban los puntapiés rivales ni lo derribaban los violentos “arrescostones” de los marcadores. Era el “loco” Julio Viera que alineaba con el “Patucho” Lucas, Mauro Ordeñana y el “Cholo” Figueroa. También para Emelec y el Everest llegó en la década de los 70 el “Loco” Aníbal Cibeyra, el de los centros sobre la marcha y los corners ceñidos con los que el paraguayo López llenó de goles a los arqueros contrarios. Y fueron famosos sus goles olímpicos, uno de ellos al portero barcelonés Gerardo Rodríguez en 1978. Pero no hay duda que en la historia romántica e irrepetible del balompié porteño quedaron en la inmortalidad los locos Pizauri, Padrón y Balseca. Otros locos como ellos volverán cuando los sistemas devuelvan la alegría al fútbol.
(Febrero 11 de 1990)

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