miércoles, 21 de enero de 2009

El béisbol guayaquileño de los tiempos viejos

El Sudamericano juvenil de béisbol pone en acción a uno de los deportes de más antigua raigambre porteña. Su escenario: el estadio Yeyo Uraga, construido gracias al apoyo de un deportista y dirigente excepcional como Juvenal Sáenz Gil, en homenaje a un beisbolista también excepcional. Porque Yeyo Uraga fue uno de los grandes peloteros guayaquileños de todos los tiempos, a quien un accidente malogró en 1955 y le impidió seguir dando las exhibiciones de clase y pundonor ejemplares que brindó en el Reed Park. No es nuevo el béisbol porque, al igual que todos los modernos deportes, nació con la fundación del Club Sport Guayaquil en 1899. El 12 de octubre de 1907 se jugó el primer partido en un diamante improvisado en los terrenos del antiguo hipódromo que estuvo en lo que hoy es la calle Chimborazo, al sur de la ciudad.

Lusitania, Centenario, Rocafuerte e Italia destacaron en la década de los 20 con Pedro Pombar, J. Hidrovo, Alejo Madinyá, Fernando Rubio, José Campodónico y Virgilio Navas, pero el más alto brillo llegó en los años 30 cuando se oficializó su práctica en la Federación Deportiva del Guayas y se incorporaron a los torneos equipos como Emelec, Barcelona, Maldonado, Oriente y Liga Deportiva Estudiantil. George Capwell, Spiller, Tarfingler, David Zevallos, Efrén Avilés, Jorge Ayala, Ernesto Morán, Cocoliche Cucalón, Leandro Norero, Manuco Valenzuela, Marengo, Tadao Sato y Julián “Zamba” Pérez, recientemente fallecido, dejaron escritas páginas inolvidables. En esa época fueron épicos los duelos entre Rubén y Elí Barreiro cuando el popular “Jojó” pasó a Emelec y su hermano lo reemplazó en la LDE para hacer batería con Virgilio Polastri. El encuentro más importante ocurrió el 14 de noviembre de 1934 cuando LDE venció al Emelec de Capwell y Jojó por 3 a 2. Los duelos Oriente-Emelec también sacaron chispas al diamante cuando crecía la formidable dupla oriental de Jorge Ayala y Ernesto Morán. Así chocaron el 14 de julio de 1935. El Universo comentó dos grandes jugadas de Spiller “que nos hicieron saborear por unos segundos las delicias de ver los juegos de las Grandes Ligas americanas” y la gran actuación de Ayala “que ponchó a todos los rivales, menos a Spiller y Zevallos”.

El American Park, el Jockey Club, el Estadio Capwell y el Reed Park cobijaron a los beisbolistas porteños de los tiempos heroicos. John Mark Reed fue el gestor de una época que nunca pasará al olvido. Su Reed Park albergó a grandes jugadores nacionales y panameños, protagonistas de una pelota espectacular. Nadie dejará de recordar a José Banchón y sus chuecas piernas veloces con las que robó bases a todos los receptores, incluido Pedro Fuentes, el más formidable brazo detrás del home. Ni a Vicente Maldonado, Enrique Echanique, Félix y Marcos Avilés, Pancho Santelli, Julio Delgado, Kike Santos, Manuel León, Enrique ‘Lerdo” Veloz, Ricardo Tomalá, Tucho Guerrero, Eloy Guerrero, Mikemo Pérez, Luís Sanjur, Calazán Hernández, Efraín Rico, Chebo Rodríguez, Salomón Wiesner, Chabelo Rodríguez, Cuto John, Látigo Gutiérrez, mi tocayo Chico Rodríguez, protagonista de dos “triple play”, Antulo Vera, algunos de los cuales descollaron ya en la etapa del Yeyo Uraga que fue primero de caña y tablas para levantarse luego como un imponente parque de pelota, gracias al amor que ha tenido siempre a este deporte el inigualado Don Juve Sáenz.

Tal como se recuerda a Yeyo Uraga se mira en la historia como un monumento al querido “Viejo” Héctor Ballesteros. Para nuestro béisbol fue un fuera de serie, un extraterrestre. Fue también un inventor genial que creó su propio lanzamiento: “La loca”, extraño y enrevesado tiro al home que dejaba con el bate en el hombro a sus rivales. En una era en que los panameños venían a barrer con los nuestros, Ballesteros los paró en seco. Era tan bueno como el mejor de ellos y muchas veces fue superior defendiendo la divisa de Reed Club y de la selección. Metiendo miedo llegaron a Guayaquil el 14 de octubre las “Estrellas de Panamá” o ‘Estrellas de Kilo Escala”, tremendo trabuco pelotero en cuyas filas estaban Ricardo Cargill, Icán Ramos, Luís Sáenz, Rombo Pérez, Risita Sheriff, Yoyo Dugan, Viti Patiño, John Mought, Buho Jiménez, Billy Criffith y J. Welch. A las pocas horas de bajar del avión perdieron con Oriente 6 a 3 en una tarde magnífica de Mikemo Pérez, Efraín Rico, Lorito Escalante y Escopeta Herrera, sus compatriotas que jugaban por Oriente. Se vengaron de Oriente, ganaron a Emelec y empataron con Reed en una tarde magistral de Ballesteros. El 23 de octubre no pudieron con una selección íntegramente formada por nacionales, con un pitcheo magistral de Héctor Ballesteros que sólo permitió cuatro incomibles aislados. Los porteños ganaron por 3 a 2 con la dirección de Reinaldo Ramírez y Miguel Muñoz. Estuvieron en el diamante aquella tarde Ballesteros y Pedro Jiménez en la batería. Tucho Guerrero, José Banchón, Raúl Foyaín y Pincho Moreno en el infield. En los jardines jugaron Alejandro Cruz, Manuel León y Medardo Haro, reemplazado luego por Fermín Arcentales. Fue una victoria consagratoria del béisbol guayaquileño y del brazo privilegiado del más grande lanzador ecuatoriano de todos los tiempos: Héctor Ballesteros.
(Julio 22 de 1990)

1 comentario:

Hector Andres Ballesteros dijo...

Me llena de orgullo y sobremanera me emociona la forma de contar las anécdotas vividas en el Beisbol nacional en la que formó parte importante mi Gran Maestro, Padre y Ejemplo de toda mi vida. El Sr. Héctor Ballesteros Alvarez. Mi Abuelo.
At. Ing. Héctor Andrés Ballesteros F.