Con un gran cotejo entre Deportivo Guayas y Unión Deportiva Valdez, los
veteranos cracks de Guayaquil y Milagro celebraron los sesenta años de una de
las figuras más señeras del fútbol nacional: Honorato Gonzabay. Manolo
Ordeñana, Jorge Lazo, Humberto Barreno, Carlos Pineda, Hugo Romo, Jorge Sucio
Almeida y una gran revelación por su clase intacta y su velocidad: Isidro
Matute, estuvieron en la cancha del Aguirre Abad para homenajear al gran "Mariscal"
de los tiempos idos. Por supuesto que Honorato se vistió de corto y mostró por
qué fue un crack en toda la dimensión de la palabra. Después llegó otra figura
que formó al lado de Honorato en las selecciones nacionales, Raúl Arguello. El
recordó pasajes de la carrera deportiva del jugador milagreño que llega a las
seis décadas en plenitud de sus facultades, alegre y sin miedo al futuro que él
construyó para su familia con seriedad y dedicación. El Mariscal
Gonzabay hoy vive como un "marqués" y es un soberbio anfitrión. Lo
demostró en la recepción que brindó a sus compañeros de deporte en su
espléndida residencia de la Ciudadela de la FAE.
Guarumo le decían allá en Milagro por lo flaco y espigado. No fue back central
en sus inicios sino centro forward en el Contratuerca, equipito milagreño en el
que empezó su brillante carrera formando un trío endiablado con Radoy Jervis y
Leonardo Mondragón. Fue campeón con ese equipo cuando Eduardo Castro Acuña que
dirigía el Milagro Sporting, lo vio y se lo llevó para su club. Con él llegaron
Julio Caisaguano, Segundín Viteri, Mondragón y el gordo Camilo Andrade que
disputaba el puesto de arquero con Angelito Fernández que
estuvo en los planes de Barcelona hasta que se descubrió que sólo veía bien de
día. De noche pasaba a su lado un tractor sin que se diera cuenta. El equipo de
Eduardo Castro se cansó de quedar campeón y de allí salieron los grandes
jugadores que después integraron Unión Deportiva Valdez. Un día en que debían
jugar contra la selección de San Carlos, Juan Andrade y Gastón Canilla Navarro
lo obligaron a jugar de back central ante la ausencia de Manuelito Andrade, el
titular de Milagro Sporting. Allí se mandó Honorato un gran partido. Antes del
final, ante un centro de la delantera contraria, en vez de rechazar apurado, se
sentó en el área chica y le pasó de cabeza el balón a su arquero Valencia en
una jugada que asombró al público de San Carlos. "Tres rash por
Guarumo" gritaba la barra mientras paseaba en hombros a Honorato. Allí
se ganó el puesto. Guido Andrade, que oficiaba de técnico, mandó a su hermano
Manuel de marcador de punta y dejó el centro de la zaga para Gonzabay que
empezó entonces a escribir la gran historia de su paso por el fútbol donde dejó
lecciones de elegancia, prestancia, calidad, nobleza y dignidad.
El ingeniero Edmundo Valdez Murillo llamó a la gallada de Milagro
Sporting para edificar Unión Deportiva Valdez. Llegaron con Honorato, que las
hacía de capitán, su inseparable interior ubicado ahora de marcador: Leonardo
Mondragón, Gastón Navarro, el Huaso Pérez, Aurelio Medina, José Almeida,
Galo Coba, Olmedo Acosta. Diógenes Tenorio. Carlos Serrado, Eugenio Mendoza,
Julio Caisaguano, Carlos Titán Altamirano y otros que ganaron la
categoría en 1951 para ascender a la serie de honor del profesionalismo
guayaquileño. Se reforzó Valdez en 1952 con los argentinos Abel Tornay, Oswaldo
Citadella, Juan Deleva, Jorge Caruso y el inolvidable interior peruano Jorge
Otoya, pero su gestión fue sólo regular al fallar sus arqueros. En 1953 llevó a
sus filas al mejor arquero nacional de todos los tiempos, Alfredo Bonnard y se
formó la retaguardia valdezpina que fue por varias temporadas la menos batida:
Bonnard; Navarro o Serrado, Gonzabay y Mondragón.
En cada partido se iba afirmando la enorme clase de un jugador fuera de
serie como Honorato. Jamás una jugada sucia, desleal que manchara el fútbol.
Siempre sobrio, sereno, elegante, dándole un toque de finura y exquisitez al
trato de la pelota. Era de por sí un espectáculo. Su consagración vino la noche
en que Valdez empató 2 a 2 con Botafogo de Brasil en el Capwell el 11 de agosto
de 1954. El público pifió a los milagreños cuando salieron al campo porque los
consideraba inferiores para un equipo que venía invicto y goleando durante 12
partidos en Colombia. Nadie estaba convencido que fuera un rival de fuste pese
a que era campeón de 1953 y estaba de líder en el torneo de 1954. En una acción
del partido el legendario Nilton Santos se elevó en el aire y con un plástico
movimiento paró el balón y en el aire mismo lo entregó a un compañero. Los
fanáticos se pusieron de pie para aplaudir una de las más bellas jugadas que se
recuerden. Exactamente cinco minutos después vino un centro hacia el área de
Valdez. Gonzabay fue mucho más arriba que Nilton Santos, la paró y con un
artístico paso de ballet entregó el
esférico a Segundo Viteri. Fue una explosión en la popular porque un criollo
había demostrado que podía jugar tan bien como el mejor de los brasileños.
Valdez empató 2 a 2 en un encuentro memorable en el que Gonzabay y Otoya fueron
las mejores figuras del césped.
El 22 de julio de 1956 se midieron Valdez y Patria en un gran encuentro.
Los milagreños ganaron por 1 a 0 con gol de Otoya pero lo sobresaliente del
cotejo fue la actuación de Gonzabay, bien complementado por Hugo Pardo y Carlos
Serrado. La delantera de Patria era un huracán que empujaban desde el
mediocampo Fausto Montalván y Jaime Galarza. Toda la gama de recursos de
Gonzabay afloró esa noche ante el acoso de un extraordinario quinteto formado
por Mario Saeteros, Pancho Rengifo, Vicente Pulpito Delgado, Colón
Merizalde y Gereneldo Triviño. El día 24 Ralph del Campo, en su "Carrusel
Deportivo", bautizó a Honorato con el apodo que sustituyó al plebeyo de Guarumo:
El Mariscal. Tuvo grandes actuaciones en las selecciones nacionales de
1955, 1957 y 1959. En 1960 se fue de luna de miel a Lima y allí lo descubrió el
periodista Pocho Rospigliosi que lo había admirado en Lima. Universitario de
Deportes y Atlético Chalaco lo tentaron. Se decidió por el último en que
jugaban los peruanos Carlos Loza y Carlos Gordon que habían sido sus compañeros
en Valdez. Un conflicto fronterizo, de los tantos, cortó su carrera en Lima.
Vino a la LDU de Guayaquil y pasó luego a 9 de Octubre, club con el que firmó
por dos años y le dieron en pago de la prima dos juegos de llantas para su
camión bananero. De allí en más, el presidente octubrino, Gustavo Mateus, le
pagaba en llantas su sueldo. Fue con los agremiados a Estados Unidos y se
clasificó dos veces campeón iberoamericano. Jugó como semiprofesional en Miami
y fue entrenador de la selección de esa ciudad. Por allí fue diluyéndose la
carrera del hombre al que un caracteriza y auténtico conocedor del fútbol, como
el abogado Mauro Velásquez Cevallos, considera como uno de los dos mejores
backs centrales de toda la historia del fútbol ecuatoriano: el inimitable Mariscal
Honorato Gonzabay Mendoza.
(Enero 6 de 1991)