jueves, 27 de marzo de 2008

Recuerdos de Unión Deportiva Valdez

Está un tanto lejano el recuerdo de Unión Deportiva Valdez, “la esperanza de un pueblo” como llamó una nota de El Universo al gran equipo milagreño a inicios de 1952, cuando pugnaba por hacerse un sitio en la primera serie del naciente profesionalismo porteño. Cada ocasión que conversamos con el forjador de ese capítulo brillante, el ingeniero Edmundo Valdez Murillo, su memoria revive anécdotas y pasajes de la vida del club, aunque de repente su voz parece más tenue, como si la nostalgia pusiera tonos bajos en la pintura multicolor del elenco que aún vive en su vigoroso corazón de deportista en West Point, empresario exitoso y animador de grandes jornadas cívicas. Igual que en las largas tenidas con el “Mariscal” Honorato Gonzabay, todo un símbolo, Enrique López Dáger, quien jugó en los juveniles, y Carlitos Serrado, cuyo chispeante ingenio pone la nota de humor en los recuerdos.

Primero fue el once “Enrique Valdez Concha” que existió desde finales de la primera década del siglo XX, hasta que se transformó en Unión Deportiva Valdez a inicios de los años 30 cuando asumieron el mando el ingeniero Rafael Valdez Murillo y el ingeniero filipino Arturo Bernaldes. Por ellos tuvo el país el primer estadio con cancha de césped que se inauguró el 17 de septiembre de 1933 con un encuentro organizado por Nemesio Santos entre los “azucareros” y el “Abdón Calderón”. A la siguiente semana llegó de Guayaquil el Club Sport Patria de Calderón, Larrea, Federico Salas, J. Galán, Luís Arce, y perdió por 1 a 0. En El Telégrafo del 26 de septiembre los jugadores “patricios” declaraban: “el campo de juego de Valdez es algo hermoso. El grass es magnífico aunque perjudica un poco el jugar por primera vez en él. El equipo que jugó contra el Patria es muy buen conjunto”.

Y de verdad lo era. Ante él cayeron los mejores equipos de Guayaquil y del resto del país. Los “valdezpinos” se dieron el lujo de derrotar en Quito al famoso Gladiador. Integraban el equipo de Valdez auténticos cracks que están en la historia lujosa del deporte milagreño como Ovidio Jurado, “el defensa de hierro que en su tierra llaman El Caimán” como dijera el diario capitalino La Tierra al día siguiente de la victoria en El Ejido, Pancho Martínez, Perfecto Zúñiga, José Brito, Viterbo Puig, Dimas Andrade y Humberto Barreno, quien continuó apegado al fútbol y fundó una escuelita, el “Barreno S.C.”, de la que surgió al fútbol grande uno de los mejores interiores zurdos que pasaron por las canchas del país: el cerebral y elegante Humberto Barreno Salinas. También fueron parte de ese Valdez de los años 30 el ambateño José Vásconez, quien luego fue cotizado valor del Deportivo Cali, y el inolvidable “Maestro” Enrique Raymondi Chávez.

A mediados de la década del 40 tomó la posta el ingeniero Edmundo Valdez Murillo quien cumplió un ciclo directivo magistral. Jugaban ya, en esa época, Luís Pombo, el lojano Alfredo Carrillo que llegó a ser uno de los mejores arqueros nacionales, Luís Maridueña, Víctor Valencia, Jorge Acosta, Dimas Miranda, y más tarde, Augusto Pérez, Manuel Sornoza, Alfonso Falquez, Emiliano Fuertes, Gastón “Canilla” Navarro, Juan Andrade, Leonardo “Chivo” Mondragón. Humberto Avilés, Carlos Montero y Carlos Villamar. Ese equipo también paseó su clase por el país y provocó elogiosos comentarios de la prensa guayaquileño por memorables partidos en el viejo Estadio Guayaquil.

Cuando surgió al profesionalismo don Edmundo llevó a su equipo a la serie de ascenso. Se incorporaron jugadores de equipos milagreños como Milagro Sporting, Remache y Contratuerca. Honorato Gonzabay, que era interior derecho, fue llevado al centro de la zaga por el célebre Guido Andrade y llegaron Carlos “Titán” Altamirano, César Solórzano, el famoso “Veinte mil” de la primera gran transferencia en el fútbol nacional, Julio Caisaguano, Eugenio Mendoza, José Almeida, Wacho Guerrero, “Tayiyo” Salinas, con un brazo menos pero pícaro u habilidoso en la zurda, Gene Alvarado, a quienes acompañaban los “veteranos” del equipo: Navarro, el “Huaso” Pérez, Sornoza y Mondragón. También tenía Valdez un equipo juvenil en el que jugaban López Dáger, Jorge “Sucio” Almeida, el “Loco” Roger Camino, Neptalí Castro, el “Negro” Williams y muchos otros jugadores. Con todos ellos, y con el aporte del entrenador-jugador Enrique “Maestro” Raymondi, ganó Valdez el derecho a jugar en la serie de honor.

“Cuando se daba la alineación de Valdez la gente me preguntaba de dónde había sacado tantos extranjeros: Gonzabay, Mondragón, Serrado, Caisaguano, Cañola, Rengifo, Alume”, me contó una vez don Edmundo Valdez. Fue la época grande. Llegaron los argentinos Juan Deleva, crack de Independiente, Platense y Río Guayas, Jorge Caruso, Abel Tornay y Oswaldo Citadilla, y el ya desaparecido gran jugador peruano Jorge Otoya quien dejó un gran recuerdo. El plantel nacional era de primera: Fausto Villacís, un potente artillero, Francisco Rengifo, Antonio Alume, el “Chueco” Vera, “Chorillo” Alvarado, Jaime Orozco, Manuel Andrade, Segundo Viteri y el sorprendente Carlos Cañola, habilísimo, veloz y goleador. Ese equipo se bautizó internacionalmente por todo lo alto enfrentando al famoso Cúcuta Deportivo de los uruguayos Tulic, Tejera, Terra, Villaverde, Sacco, Zapiraín, Miloc y Zunino. La falla de sus arqueros hizo que Valdez perdiera por 4 a 3 en cotejo memorable.

Valdez terminó quinto en su primera campaña profesional pero a finales de 1952 se insinuaba ya el gran equipo que sería luego. Ya estaba en sus filas el más grande arquero nacional de todos los tiempos, Alfredo Bonnard, cuando se midió el 7 de diciembre, con Universidad de Bogotá que contaba con “El portón de América” Angel Perucca, Abbes, Valentín Domínguez, Oscar Contreras y Vicente Gallina, jugadores argentinos de brillante trayectoria. Valdez lo derrotó 2 a 1 en el Estadio Capwell con goles de Otoya y Titán Altamirano. 1953 y 1954 fueron sus mejores años. Se incorporaron Washington Villacreces, que fuera luego el mejor centro medio nacional, Santiago Osorio, Isidro Matute, Elías Tumbaco y Juventino Tapia quien llegaba de Cuenca con fama de goleador. Eduardo Spandre era el técnico. En las dos temporadas Valdez fue indiscutido campeón del fútbol guayaquileño y cada noche, a cada triunfo, cuando llegaba el tren con los vencedores, Milagro se estremecía de emoción mientras sonaba la sirena del Ingenio Valdez. En 1954 vivió un momento cumbre cuando empató, el 12 de agosto, en el Estadio Capwell, con el famoso Botafogo de Brasil que puso en el campo al jovencito Garrincha, Nilton Santos, Gerson Santos, Araty, Paulo Valentín y otras estrellas. Valdez formó con Hugo Mejía; Gonzabay y Mondragón (Serrado); Navarro (Zambrano), Viteri (Valencia) y Caisaguano; Cañola, Otoya, Tapia, Altamirano (Rengifo) y Osorio. 2 a 2 fue el score final con un golazo del peruano Otoya “para ponerlo en un marco”, como dijo una crónica, y una bronca bárbara de los brasileños quienes no aceptaban que Valdez los hubiera empatado luego de ganar 12 partidos en Colombia.

Fue un ciclo inolvidable del del recordado Valdez de don Edmundo, a quien acompañaron Adolfo Klaere, Pepe Dáger y Julio Mendoza. Se cortó muy pronto, en 1958, pero dejó una estela de recuerdos muy hondos que no pueden transcribir en una columna. Pero habrá en breve un libro que será un homenaje a los entonces muchachos que vistieron el uniforme de Valdez “más verde que los pinos”, como decía aquel grito que se hizo famoso en las tardes y noches del Capwell y que será recordado hoy, allá donde “Don Charles” Serrado.
(Abril 8 de 1990)


1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante articulo...

Yo jugue por varios años en la 2nda categoria. En varios años que jugue solo logre colocar 2 goles.

Ambos fueron contra el Everest de Don Adum. Yo jugue de stopper(5) nunca tuve vocacion ofensiva y mi papa siempre me dijo que el futbol no era futuro para alguien como yo y tuvo razon...

JD
Minnesota, US