Grandes encuentros de fútbol quedaron en la historia por lo que significaron para el progreso de nuestro deporte y por su enorme carga emotiva. Uno de los que más se recuerdan es el de Panamá frente al Audaz Italiano de Chile, jugado en el viejo Estadio Guayaquil el 12 de noviembre de 1933. Los chilenos venían de una gira de diez meses en la que habían ganado más de 40 partidos y anotado cerca de 200 goles a equipos de Argentina, Uruguay, Perú, México, Honduras, Costa Rica, Cuba, Estados Unidos y Canadá. En su debut en Guayaquil venció al poderoso Daring por 6 a 2, dando innegable muestra de eficacia. La prensa comentó entonces que el choque ante los “panamitos” podría ser una reedición del episodio bíblico de David y Goliat. Aquel 12 de noviembre, ante un estadio repleto de público, los chilenos alinearon a Steffani; Carova y Welch; Gornall, Riveros y Orrego; Bolaños I, Vidal, Bolaños II, Avilés e Iturrieta. El Panamá formó con Pablo Alvear; Norberto “Zorro” Pérez y Romualdo Ronquillo; Ernesto “Cuchucho” Cevallos, Arturo Zambrano y Dimas Miranda; Nicolás “Gato” Alvarez, Jorge “Cholo” Benítez, Manuel “Manco” Arenas, Jorge “Pies de seda” Laurido y Leonidas “Machete” Elizalde.
Antes de cumplirse los cinco minutos iniciales Audaz lograba ya una sólida ventaja de 2 a 0 y en la mente de los aficionados había presagios de goleada. Pero la reacción de los criollos no se hizo esperar. “Cuchucho” Cevallos en bella jugada logró descontar a los 9 minutos. A los 17 el “Manco” Arenas, vivaz y oportuno, aprovechó un rebote para igualar las cifras. Había delirio en el público, pero a los 22 minutos Hernán Bolaños volvió a desnivelar la pizarra a favor de los chilenos. Para el segundo tiempo vino la gran reacción de los hombres del glorioso Panamá. A los 49 minutos Arenas madrugó a Steffani y puso otra vez la igualdad. Faltaba poco para que se derrumbaran las graderías de madera. Cuando se jugaban los 58 minutos Elizalde en gran jugada habilitó a Laurido, quien, elegante como siempre, puso el balón en una esquina para el 4 a 3 favorable a los locales. Un minuto más tarde Benítez, que estaba causando destrozos en la zaga chilena, puso el esférico en callejón para que Arenas volviera a marcar. A los 80 minutos se produjo la mejor anotación del cotejo cuando el fino y lujoso Jorge Laurido entregó el balón a “Machete” Elizalde quien, ante la salida de Steffani, le pasó el balón por sobre la cabeza en un perfecto “sombrero”, como se llamará luego a esta jugada, para poner el definitivo 6 a 3. Al concluir el encuentro los jugadores se abrazaron en el centro de la cancha. El público paseó a los cracks guayaquileños que dieron un vuelco espectacular a un partido histórico ante un rival considerado el más poderoso que hubiera pisado canchas porteñas hasta entonces.
El equipo del Batallón Cayambe dejó escritas páginas memorables en la historia del balompié porteño de las que hablaremos con detalle en próximas columnas. Un hito en la carrera del equipo militar integrado por jugadores guayaquileños forzados al servicio militar obligatorio, fue el encuentro jugado ante el campeón colombiano, Atlético nacional el 15 de noviembre de 1954 en el Estadio Capwell. Fernando Paternóster, el inolvidable maestro que luego llegaría a Emelec, dirigía el elenco “paisa” que contaba en sus filas a “Chonto” Gaviria, “Turrón” Alvarez, los uruguayos Ulises Terra y Juan Carlos Toja y los argentinos Domingo Pepe. Miguel Zazzini y Alberto Pugliani. El día del cotejo los militares alinearon a Hugo Mejía; Colón Bajaña y Jorge Izaguirre; Orlando Zambrano, Washington Villacreces (Víctor Garzón) y César “Veinte mil” Solórzano; Mario Saeteros, Enrique Cantos, José Vicente Balseca, Colón Merizalde y Gereneldo Treviño. Los colombianos aparecieron en la cancha Gaviria; Etcheverry y Viáfara; Calle, Vial (Zapata) y Terra; Alfredo Mosquera, Zazzini, Toja, Alvarez y Yépez. Las acciones se apuraron desde el inicio y a los 7 minutos la visita abrió el marcador por intermedio de Alvarez, pero a los 13 minutos se produjo el empate cuando el “Zambo” Villacreces disparó un cañonazo homicida que pegó en la cara interior del travesaño y dejó estático a Gaviria. Se adelantó en el segundo tiempo Cayambe por gol de cabeza de Treviño a los 4 minutos, pero un minuto después empató Yépez. El partido se tornó más vibrante y emotivo. Una tejida espectacular del “Loco” Balseca y el “Pájaro” Cantos permitió al primero poner el tercer gol pero Toja empató una vez más a los 18 minutos. El público aplaudía el brillante despliegue de los 22 hombres cuando a los 30 minutos “Zapato viejo” Treviño eludió a Calle y entregó el balón a Colón Merizalde que levantó un centro templado. Ese gran jugador que fue Mario Saeteros, desde la raya de las 18 yardas, de frente al arco colombiano, tomando el balón de primera, mandó un misíl para anotar un gol memorable que permitió la victoria del Cayambe sobre el campeón colombiano.
(Mayo 13 de 1990)
martes, 1 de julio de 2008
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