“¡A mí que me importa el público ni la crítica. Yo juego para el que me paga!”. El autor de la frase es un publicitado forward argentino que no ha rendido nada para el caballeroso dirigente que le paga, ni para la camiseta que viste, peor para el público y la crítica. Nos vino al instante a la memoria un concepto emitido en El Gráfico No. 2931 del 10 de diciembre de 1975 por una leyenda del fútbol como Alejandro Scopelli: “El crack no debe ser un muñeco perfecto, con cuerda, accionado por imitación, sino un ser humano que vibre, piense y tiemble. Un ser que al entrar en el campo de juego sienta respeto por el público, pasión por sus colores, cariño por sus compañeros y exacta noción de su misión”. Y como esta columna es historia, inevitablemente recordamos a otros centrodelanteros argentinos que, años atrás, dieron lecciones de integridad moral y profesional, de acabada clase y de gran cariño por el aficionado y su divisa.
En mayo de 1951, para apuntalar un equipo en formación, llegó a Guayaquil Juan Deleva. Estaba gestándose el inolvidable Río Guayas de efímera vida. En 1947 Juan Deleva era titular de Independiente de Avellaneda y uno de los goleadores del torneo argentino. Formaba la delantera de los “Diablos rojos” con Camilo Cervino, Vicente de la Mata, Deleva, Fernández y Reinaldo Mourin. Marcó goles desde su debut contra Tigre el 13 de abril de 1947. En 1948 pasó a Platense en el que formó una línea de ataque de lujo con Santiago Vernazza, el “Maestro” Báez, Deleva, Rodríguez y Sayago. De temperamento fuerte y gran olfato de gol debutó en Guayaquil el 6 de junio de 1951 en un amistoso ante Patria y alineó con Enrique Plaza (Castro), Basilio Padrón (Eduardo Ycaza), Washington Villacreces y Luís Gudiño. Ese día marcó su primer gol en canchas guayaquileñas. Para el torneo preparatorio del primer campeonato profesional de la historia ya iba delineándose la delantera que pasaría a la leyenda. Formaron por Río Guayas Padrón Víctor Lindor, Deleva, Oscar Smori y Juan de Lucca. El 15 de agosto apareció por primera vez la línea legendaria: Padrón, De Lucca, Deleva, Smori y Alcides Aguilera, uruguayo que venía de Millonarios. Fue actor de grandes partidos como aquel en que Río Guayas derrotó a Independiente de Avellaneda el 19 de diciembre de 1951 por 3 a 1 y el Millonarios-Barcelona en que anotó el único gol con que el ídolo del astillero venció al campeón colombiano por segunda vez. Cuando desapareció Río Guayas El Universo comentó el 18 de marzo de 1952 que Deleva había sido tentado por Racing de París. Pasó a Valdez y formó otra línea famosa con Oswaldo Citadella, el peruano Jorge Otoya, Deleva, Pancho Rengifo y Carlos Rivas. Fue después a Loyola de Caracas y volvió en 1953 a Valdez para despedirse el 18 de octubre con un gol ante Panamá. Su nombre es citado cada vez que se menciona a los grandes pilotos de ataque.
Carlos Raffo dejó una de las huellas más profundas que un jugador extranjero haya podido marcar en el fútbol nacional. Fue grande por clase, por coraje, por capacidad goleadora y por caballerosidad dentro de la cancha y fuera de ella. Jugó en Central Argentino y en Platense y fue su compatriota Marcelo García quien lo tentó para venir al Ecuador. Llegó en noviembre de 1953 al Argentina, hoy Deportivo Quito y deslumbró pronto como goleador. En 24 de enero de 1954 le hizo dos goles al Everest en un amistoso y el 2 de mayo, reforzando al Aucas, le marcó cinco al Norteamérica. Dantón Marriott trajo a Guayaquil el chisme de sus grandes condiciones y Emelec lo fichó para la segunda vuelta. Apareció con la blusa de Emelec el 4 de septiembre formando la delantera con el Loco Balseca, Júpiter Miranda, Jorge “Pibe” Larraz y Humberto Suárez (Jorge Guzmán). El 15 de septiembre, ante Panamá, destapó sus virtudes goleadoras marcando 3 de los 4 goles con que Emelec derrotó a su rival. Hizo goles de todas las marcas: con la zurda y la derecha, de fuera y dentro del área, de cabeza saltando sobre los defensas, de “palomita”, de “Chilena” y de taquito como uno que le hizo en el Modelo al “Abuelo” Arias, arquero de Deportivo Quito. Se casó en Guayaquil, tuvo hijos y se hizo un ecuatoriano más. Defendió la divisa nacional en el Sudamericano de 1959 marcándole un gol a Argentina en un empate histórico y en las eliminatorias al Mundial 1962. En 1963 fue el goleador del Sudamericano de Bolivia jugando para Ecuador. No ha podido nacionalizarse pese a tener su trámite medio siglo. Nadie duda que es un ecuatoriano, un emelecista a muerte y una leyenda viva del fútbol romántico. ¡Cómo debe extrañarlo Emelec hoy!
Everest había perdido la categoría en 1955 cuando una reforma reglamentaria le permitió continuar en la Serie de Honor con el compromiso de reforzarse. Para 1956 trajo al paraguayo Florentino Gómez y a los argentinos Mario Repetto, Jorge Pérez, Hilario Ayala y Horacio Romero. Ayala jugó dos temporadas pero Romero se quedó para siempre en el país. Venía de Tigre de Buenos Aires y debutó el 20 de junio de 1956 ante Patria junto a Pedro Gando, Gómez, Aníbal Marañón y Víctor Garzón. Ralph del Campo comentó en El Telégrafo: “En el equipo de Everest el que impresionó fue su centroforward Romero quien posee buenos atributos como piloto y a poco que se familiarice más con nuestros fields va a dar mucho que hablar”. El 11 de julio, ante Emelec, dio que hablar: fue el mejor jugador del partido, se fajó con “Papa chola” Solís, provocó un penal que él mismo convirtió y realizó una jugada magistral para poner el gol de la victoria everiana. Era bravo como pocos y arrollador. La afición lo bautizó como “El tanque” pero era noble en el campo de juego y fuera de él. En 1974, ya veterano, seguía poniendo bravura, calidad y pundonor. Por eso su ejemplo no terminó con su retiro de las canchas ni con su prematura muerte porque quienes lo vimos seguimos recordando a Romero como un símbolo de clase y honor profesional.
Después de pasar por el Estadio Capwell que avanza en su reconstrucción y recordar a esos nobles jugadores de antaño, por esta vez doy la razón al poeta Jorge Manrique: ¡Cualquier tiempo pasado fue mejor!
En mayo de 1951, para apuntalar un equipo en formación, llegó a Guayaquil Juan Deleva. Estaba gestándose el inolvidable Río Guayas de efímera vida. En 1947 Juan Deleva era titular de Independiente de Avellaneda y uno de los goleadores del torneo argentino. Formaba la delantera de los “Diablos rojos” con Camilo Cervino, Vicente de la Mata, Deleva, Fernández y Reinaldo Mourin. Marcó goles desde su debut contra Tigre el 13 de abril de 1947. En 1948 pasó a Platense en el que formó una línea de ataque de lujo con Santiago Vernazza, el “Maestro” Báez, Deleva, Rodríguez y Sayago. De temperamento fuerte y gran olfato de gol debutó en Guayaquil el 6 de junio de 1951 en un amistoso ante Patria y alineó con Enrique Plaza (Castro), Basilio Padrón (Eduardo Ycaza), Washington Villacreces y Luís Gudiño. Ese día marcó su primer gol en canchas guayaquileñas. Para el torneo preparatorio del primer campeonato profesional de la historia ya iba delineándose la delantera que pasaría a la leyenda. Formaron por Río Guayas Padrón Víctor Lindor, Deleva, Oscar Smori y Juan de Lucca. El 15 de agosto apareció por primera vez la línea legendaria: Padrón, De Lucca, Deleva, Smori y Alcides Aguilera, uruguayo que venía de Millonarios. Fue actor de grandes partidos como aquel en que Río Guayas derrotó a Independiente de Avellaneda el 19 de diciembre de 1951 por 3 a 1 y el Millonarios-Barcelona en que anotó el único gol con que el ídolo del astillero venció al campeón colombiano por segunda vez. Cuando desapareció Río Guayas El Universo comentó el 18 de marzo de 1952 que Deleva había sido tentado por Racing de París. Pasó a Valdez y formó otra línea famosa con Oswaldo Citadella, el peruano Jorge Otoya, Deleva, Pancho Rengifo y Carlos Rivas. Fue después a Loyola de Caracas y volvió en 1953 a Valdez para despedirse el 18 de octubre con un gol ante Panamá. Su nombre es citado cada vez que se menciona a los grandes pilotos de ataque.
Carlos Raffo dejó una de las huellas más profundas que un jugador extranjero haya podido marcar en el fútbol nacional. Fue grande por clase, por coraje, por capacidad goleadora y por caballerosidad dentro de la cancha y fuera de ella. Jugó en Central Argentino y en Platense y fue su compatriota Marcelo García quien lo tentó para venir al Ecuador. Llegó en noviembre de 1953 al Argentina, hoy Deportivo Quito y deslumbró pronto como goleador. En 24 de enero de 1954 le hizo dos goles al Everest en un amistoso y el 2 de mayo, reforzando al Aucas, le marcó cinco al Norteamérica. Dantón Marriott trajo a Guayaquil el chisme de sus grandes condiciones y Emelec lo fichó para la segunda vuelta. Apareció con la blusa de Emelec el 4 de septiembre formando la delantera con el Loco Balseca, Júpiter Miranda, Jorge “Pibe” Larraz y Humberto Suárez (Jorge Guzmán). El 15 de septiembre, ante Panamá, destapó sus virtudes goleadoras marcando 3 de los 4 goles con que Emelec derrotó a su rival. Hizo goles de todas las marcas: con la zurda y la derecha, de fuera y dentro del área, de cabeza saltando sobre los defensas, de “palomita”, de “Chilena” y de taquito como uno que le hizo en el Modelo al “Abuelo” Arias, arquero de Deportivo Quito. Se casó en Guayaquil, tuvo hijos y se hizo un ecuatoriano más. Defendió la divisa nacional en el Sudamericano de 1959 marcándole un gol a Argentina en un empate histórico y en las eliminatorias al Mundial 1962. En 1963 fue el goleador del Sudamericano de Bolivia jugando para Ecuador. No ha podido nacionalizarse pese a tener su trámite medio siglo. Nadie duda que es un ecuatoriano, un emelecista a muerte y una leyenda viva del fútbol romántico. ¡Cómo debe extrañarlo Emelec hoy!
Everest había perdido la categoría en 1955 cuando una reforma reglamentaria le permitió continuar en la Serie de Honor con el compromiso de reforzarse. Para 1956 trajo al paraguayo Florentino Gómez y a los argentinos Mario Repetto, Jorge Pérez, Hilario Ayala y Horacio Romero. Ayala jugó dos temporadas pero Romero se quedó para siempre en el país. Venía de Tigre de Buenos Aires y debutó el 20 de junio de 1956 ante Patria junto a Pedro Gando, Gómez, Aníbal Marañón y Víctor Garzón. Ralph del Campo comentó en El Telégrafo: “En el equipo de Everest el que impresionó fue su centroforward Romero quien posee buenos atributos como piloto y a poco que se familiarice más con nuestros fields va a dar mucho que hablar”. El 11 de julio, ante Emelec, dio que hablar: fue el mejor jugador del partido, se fajó con “Papa chola” Solís, provocó un penal que él mismo convirtió y realizó una jugada magistral para poner el gol de la victoria everiana. Era bravo como pocos y arrollador. La afición lo bautizó como “El tanque” pero era noble en el campo de juego y fuera de él. En 1974, ya veterano, seguía poniendo bravura, calidad y pundonor. Por eso su ejemplo no terminó con su retiro de las canchas ni con su prematura muerte porque quienes lo vimos seguimos recordando a Romero como un símbolo de clase y honor profesional.
Después de pasar por el Estadio Capwell que avanza en su reconstrucción y recordar a esos nobles jugadores de antaño, por esta vez doy la razón al poeta Jorge Manrique: ¡Cualquier tiempo pasado fue mejor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario