miércoles, 14 de octubre de 2009

Clásicos inolvidables en el Capwell

Aunque la inusitada frecuencia de los Clásicos en esta temporada hace temer a nuestros lectores un agotamiento del material histórico, el choque apasionante siempre dará que hablar cuando faltan tres años para el cincuentenario. Uno de los actores más renombrados desde el nacimiento de los Clásicos fue el popular Galo Papa Chola Solís, un gran “half” de Barcelona que pasó a la historia no sólo por su clase sino también por haber sido el primer jugador “torero” en ser transferido a Emelec. La parcialidad del Idolo no le perdonó la “traición”. El 20 de julio de 1954 actuó en su primer Clásico con la camiseta “eléctrica” y el público de la general le gritó de todo. Ese encuentro es uno de los más brillantes que se recuerden, con un sensacional duelo de barras y el arbitraje de Jorge Laurido. Barcelona alineó con Pablo Ansaldo, juvenil arquero que se había ganado la titularidad el 16 de junio ante los ingleses de Charlton Athletic; Miguel Esteves, Carlos Pibe Sánchez y Luís Jurado; Carlos Alume y César Solórzano; Camilo Andrade, Enrique Cantos (José Vargas). Sigifredo Chuchuca, Isidro Matute y Simón Cañarte. Emelec formó con Vásquez; Jaime Ubilla, Eladio Leiss y Alfredo Morán; Galo Solís y Bolívar Herrera; Carlos Romero, Júpiter Miranda, Humberto Suárez Rizzo improvisado como centro atacante y reemplazado luego por Ricardo Chinche Rivero, Mariano Larraz y Eduardo Bomba Atómica Guzmán. Barcelona dominó los primeros quince minutos pero pronto se zafó Emelec del asedio. A los 20 minutos, en un ataque a fondo, Jurado rechazó y el baló lo tomó Guzmán para enviar un “bombazo” de fuera del área y vencer a Ansaldo. Fue uno de los disparos más potentes que se recuerden en la historia del Capwell. Barcelona sintió el aguijón y se volcó al ataque. A los 30 minutos Cantos cedió a Matute quien avanzó corto trecho y devolvió a Pajarito cuyo tiro se estrelló en el cuerpo de Leiss. Simón Cañarte que rondaba el área empalmó un cañonazo que no tuvo nada que envidiar al de Guzmán, para emparejar la pizarra. La segunda etapa ganó en movilidad y calidad. A los 3 minutos Camilo Andrade vio que Chuchuca entraba a velocidad y le puso un “banquete”. Leiss, desesperado, tomó del pantalón al Cholo y lo desvistió. El árbitro señaló el penal que, efectivado por Matute, puso el 2 a 1. El juego se tornó emocionante. Vásquez, Solís y Herrera destacaban en Emelec. En Barcelona brillaban Solórzano, Alume y Ansaldo quien sacó del ángulo un tiro de Guzmán que se colaba en su puerta. A los 70 minutos Solís puso un balón a Romero, quien alargó para Miranda. Desde la zurda Júpiter puso otro taponazo con efecto que, ayudado por el viento, burló a Pablo Ansaldo para marcar el empate. Hubo júbilo en el sector azul y plomo de las graderías pero el marcador no subió y señaló el final para un gran empate.

El 4 de diciembre de 1954 se jugó el tercer Clásico de esa temporada en un cuadrangular extra campeonato. Barcelona alineó a Ansaldo; Esteves, Sánchez y Macías; Vargas (Mario Zambrano) y Bolívar Sánchez (Alume); Rodríguez, Cantos, Chalo Salcedo, Simón Cañarte y Clímaco Cañarte. Emelec se presentó con Vásquez; Ubilla, Leiss y Raúl Arguello; Herrera y Chinche Rivero; Balseca, Miranda, Raffo, Mariano Larraz y Guzmán (Romero); “Fue una fogosa contienda” dijo El Universo al siguiente día. A los 2 minutos un rechazo de la zaga fue aprovechado por Simón Cañarte quien, con violento disparo, puso el primer tanto. Barcelona fue superior en toda la primera etapa y gran parte de la segunda. Leiss se complementaba bien con sus jóvenes compañeros para frenar el hábil pero improductivo ataque de Barcelona. Pero hubo un hecho trascendente: ese día nació el duelo entre Balseca y Macías. Cuando faltaban 10 minutos Larraz se escurrió de la marca de Alume y puso el empate. Había desconcierto en la barra de Barcelona. Pero eso no fue todo. A siete minutos del final el temible Flaco Raffo dio un vuelco sensacional al partido cuando en un centro se adelantó a Pablo Ansaldo y con certero cabezazo puso el 2 a 1. Emelec vencía así en un gran clásico.

El 31 de julio de 1955 se produjo uno de los más apasionante choques entre “los hermanos de barrio”. Matices electrizantes tuvieron en vilo al público durante los 90 minutos de juego. Goles de gran factura y constantes alternativas en el marcador pusieron un sello sensacional a ese cotejo. Formaron por Barcelona Ansaldo (Delgado); Jurado, Sánchez y Macías; Vargas (Zambrano) y Alume; Salcedo, Cantos, Chuchuca, Simón Cañarte y Clímaco Cañarte. En Emelec alinearon Cipriano Yulee; Ubilla, Arguello y Rivero; Solís y Herrera; Balseca, Mariano Larraz, Raffo, Jorge Pibe Larraz (Eduardo Guzmán) y Júpiter Miranda. A los 2 minutos Jorge Larraz anotó ante una indecisión de la zaga “torera”. A los 9 minutos un violento tiro de Simón Cañarte provocó un lanzamiento de esquina. Lo cobró Clímaco y Chalo Salcedo, con espectacular remate, empató el partido. Siete minutos después una falta de Alume fue cobrada por Mariano Larraz con pelotazo que pasó sobre la barrera para que Júpiter rematara y pusiera el 2 a 1. Poco rato después los ataques barcelonistas provocaron dos tiros de esquina seguidos. En el último, Clímaco cobró desde la esquina y el esférico sobró a Yulee. Salcedo entró como una exhalación y con el pecho introdujo el cuero en las mallas para colocar el empate. Barcelona dominaba en el campo de juego. Surgió entonces la figura de Chuchuca como una pesadilla para la defensa rival. Simón Cañarte recibió de Cantos y retrasó el balón para el Cholo que con soberbio disparo puso por primera vez en ventaja a Barcelona. No se habían apagado las exclamaciones jubilosas cuando Chuchuca fue habilitado por Salcedo con un centro rasante y anotó un golazo para el 4 a 2. Los 22 jugadores fueron despedidos con una ovación por el público que repletaba las graderías del Capwell. El segundo tiempo fue inolvidable por la velocidad y las artísticas combinaciones de los jugadores. Vargas dominaba el medio campo y a su lado descollaban Pacharaca Alume y “el chiquito Macías” como llamó El Telégrafo al excelente marcador lateral. A los 80 minutos Cantos llevó una lucida carga y puso en acción a Clímaco quien alargó el esférico para su hermano Simón. El gran artillero barcelonés, desde 30 metros, empalmó un misil para poner el 5 a 2. En el minuto 90 hubo un penal a favor de Emelec que lo ejecutó Mariano Larraz pero el balón dio en el vertical derecho y se perdió la oportunidad de acortar cifras para los “eléctricos”. El público de pie, batiendo palmas, despidió a los actores que habían protagonizado uno de los Clásicos que más se recuerdan en los anales del fútbol porteño.
(Noviembre 18 de 1990)

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