Con una libreta bajo el brazo, por los campos de tierra donde se jugaban los tradicionales torneos de las Ligas de Novatos, desde muy temprano hasta muy avanzada la tarde, trajinaba los sábados y domingos Dantón Marriott Elizalde. Nadie ha habido como él para descubrir a los “pichones” de cracks. Sabía advertir dónde estaba el “genio”. Tomaba los datos de los chiquillos y los fichaba para su querido Panamá, elenco del que fue un talentoso “half” en la época de la histórica gira de cinco meses por Colombia. Cientos de figuras del balompié criollo accedieron a los primeros planos descubiertos por el ojo avizor de Dantón. Pero sus contemporáneos fueron injustos con él. Le criticaron haber hecho grande a Barcelona que se llevó por nada un plantel completo formado por Dantón y haber entregado por casi nada 23 jugadores al Everest en 1951 cuando se iba a jugar el primer campeonato profesional de la historia. Mas los tiempos cambian. Hoy no hay quién descubra valores en las canchas porteñas y se invierten cientos de millones de sucres en “estrellas” de otros lares. Dantón los enrolaba en su Panamá y en algunos pocos casos los transfirió a otros clubes. Ahora, es común que el dirigente se reserve el total o parte del pase federativo. Hoy Dantón sería un “distinguido” empresario o “representante” de futbolistas y habría acumulado una cuantiosa fortuna desde una lujosa oficina. Tendría una corte de aduladores, algunos con carnet de prensa, y lo llamarían desde cualquier parte del país o del mundo para pedir precio por “sus muchachos”. Cuando el tiempo ha reivindicado su recuerdo, Guayaquil clama por otro Dantón que, libreta bajo el brazo, haga esas largas caminatas por las canchas polvorientas buscando proyectos de cracks en lo que alguna vez fue el vivero de estrellas: las Ligas de Novatos”.
El pionero de estas ligas fue don Julio C. Cueva Valarezo, un caballero de carta cabal que fundó en 1929 la primera de ellas: la Liga Deportiva Independiente cuya fama alcanzaría grandes niveles. Don Julio agrupó a todo un pueblo que amaba el fútbol y puso en funcionamiento las canchas de La Atarazana. Allí iba la gente en verdaderas excursiones familiares a ver jugar a los equipos de la Liga, entre los que reinaron por mucho tiempo el famoso Atlético Colón, River Amazonas, Luq San y Brasil. Las inauguraciones de los torneos eran lujosas: autoridades, desfiles, bandas, madrinas, discursos. Grandes fiestas populares en las que reinaba la más absoluta corrección implantada por ese paladín del deporte novato que fue don Julio C. Cueva. Fue el primer en hacer torneos de novatos en las categorías infantiles y en uno de ellos, jugando por el “Pelusa S.C.”, debutó como futbolista, el 26 de junio de 1949, nuestro colega y viejo amigo Jaime “Piña” Rodríguez, haciendo pareja en la zaga con Angel Supo.
Por el año 1949 la Liga Juan Díaz Salem comenzó a disputar el liderato a la Independiente. Ese año organizó el I Torneo de Indor Fútbol que se jugó en la cancha de la Sociedad Hijos del Trabajo. Una final brillante protagonizaron los “Tigres de Mendiburo” de los hermanos Osorio, Escobar, Rendón, con “Los Cucos”, de Avenida del Ejército y Ballén, en el que jugaban Julio Agurto, Pancho Miranda, Luís “Caliche” Ibarra y otros jugadores del Chacarita Juniors. “Los Tigres” ganaron esa final por 3 a 2 con gol de Santiago Osorio y una actuación brillante de “Palito” Plaza en el arco. Destacaron en ese torneo los equipos “Riobamba y Coronel” del “Mocho” Barrera, “Los Maestros” de Padre Solano y Jimena, “Los Diablos” de Santa Rosa y Aguirre, el barrio de Armando Romero Rodas, “Los Malabaristas” de Quisquís y Morro, la esquina en que paraba Rómulo Gómez, y “Los Marcianos” de Piedrahita y Boyacá. En la Salem surgió el famoso “C. D. Sagrario” que se cansó de ganar los torneos de pibes.
Otra Liga que hizo época fue la Unión Deportiva Guayaquil que jugaba en el antiguo Jockey Club, donde está hoy el Centro Cívico. De allí surgieron Alfredo Bonnard, el “Pibe” Sánchez, Juan Benítez, Enrique Flores, Víctor “Venado” Arteaga, Enrique y Jorge Cantos, Marcos y Jorge Izaguirre, Galo Solís, Raúl Pío de la Torre, Luís “Patón” Alvarado, Orlando Zambrano, Carlos y Víctor Garzón, Isidro Matute y otros grandes jugadores. En 1953 la U.D. Guayaquil hizo enfrentar a sus selecciones azul y blanca para escoger su equipo para los entonces famosos Interdigas. En la selección blanca formaron Sixto Suárez, Flavio Nall y Rómulo Gómez, dirigidos por nuestro recordado colega Manolo Mestanza Pacheco. También fue famosa la Liga Novatos del Norte donde reinó por varias temporadas el Novel, un club en el que jugaron Raúl Montero, gran figura de Aduana y 9 de Octubre, Manuel Floril que hizo pareja de volantes con Montero, César Jiménez que estuvo en Barcelona y Norte América, el Cholo Figueroa que alcanzó brillo en Patria, Niche Salcedo y muchas otras figuras.
El Círculo Deportivo Caupolicán de Radium Avilés, Antonio Costa y Livingston Pérez era el mejor equipo de la Liga Ecuador cuando le tocó hacer el preliminar de Magallanes-Emelec el 4 de mayo de 1949 en la inauguración del Torneo del Pacífico. Su rival era un original conjunto: “Los Imbayas”, que había venido de Ibarra y estaba integrado por indígenas. Ese día, con estadio lleno, debutó como zaguero un hombre que es una leyenda del básquetbol: Alfonso Quiñónez Bonito. El ya famoso “Don Quiño” tuvo que marcar a un hombre que, con moño y todo, era un endemoniado puntero. Raúl Murrieta, cronista de El Telégrafo que firmaba como “R3”, comentó así el suceso: “A Quiñónez lo hicieron bailar BONITO los indios ibarreños. El moreno del Athletic es un crack del básquet nacional, pero en fútbol…Ustedes califiquen amigos lectores”. Esta anécdota desconocida de Alfonso se la pasamos a Carmelo Galarza, “Angelillo” Cabezas y Ruperto Reeves Patterson, sus íntimos en la Ciudadela del Deportista, en Playas.
La enorme seriedad con que don Julio C. Cueva creó en Guayaquil el movimiento del deporte novato se fue perdiendo cuando los políticos advirtieron el enorme potencial electoral de los torneos que, como en el caso de la Independiente, Novatos del Norte, Salem y la Guayaquil, llegaban a reunir a más de 200 equipos en cada una de ellas y un enorme público. Empezaron algunos “avivatos” a fundar “Ligas” que eran trastienda de un comercio descarado. De las antiguas Ligas que hicieron del deporte novato una fiesta superviven unas pocas, pero la gran diversión popular ha desaparecido. El último gran torneo que recordamos lo organizó en 1961 la Salem en el antiguo coliseo de la LDE en Luque y Rumichaca con una final entre el “Brasil” de “Pelusa” Guerrero, el “Pibe” Bolaños, Lucho Sernaqué, Galo Pulido, Milton Pérez y Juan Moscol, con “Los Toreros” del Barrio Orellana que encabezaban Kilo, Pancho y Vitucho González. De eso hace casi 30 años. Desde que las Ligas dejaron de ser vivero de estrellas y se murió Dantón Marriott Elizalde son pocos los guayaquileños que juegan en los equipos de Guayaquil. ¿Volverá alguna vez el ejemplo de don Julio C. Cueva y don Dantón Marriott a iluminar a nuestros dirigentes?
(Marzo 18 de 1990)
martes, 11 de marzo de 2008
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